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Cuidado con los impuestos a la banca

La subida de tipos puede terminar costándole al Estado italiano más de lo que pretendía recaudar con el impuesto a la banca

El tipo de interés de la deuda pública italiana a diez años se aproxima al 5%. Aunque se trata de una marca meramente psicológica, también sirve para recordarnos la bomba de relojería que supone el hiperendeudamiento público del país transalpino. Con unos pasivos estatales por encima del 140% del PIB (30 puntos más que España), unos tipos de interés persistentemente sobre el 5% abocarían al Estado a destinar alrededor de 7 puntos del PIB al pago de intereses. Por si fuera poco, el gobierno de Meloni ya ha anunciado que se niega a sumarse a las políticas de austeridad y que mantendrá elevados déficits públicos hasta el año 2026. Todo lo cual, claro, ha desatado los recelos de los inversores y les ha llevado a alejarse de los bonos italianos.

Pero esa presión vendedora, consustancial a la irresponsabilidad fiscal del Ejecutivo italiano, se ha visto reforzada por una de las últimas medidas populistas adoptada por la coalición de derechas: el impuesto sobre los activos de la banca italiana. El tributo grava hasta el 0,1% de los activos bancarios, ¿y cuál es una de las principales inversiones de la banca italiana? La deuda pública del país. De ahí que, tras la aprobación del impuesto, las entidades financieras hayan optado por desprenderse de parte de sus títulos en cartera. Sólo entre enero y agosto, los bancos italianos liquidaron en términos netos 9.000 millones de euros en deuda pública italiana: sus mayores ventas desde el año 2000. Por comparación: en 2022 adquirieron más de 20.000 millones de euros en estos títulos y, en 2018, más de 60.000 millones.

Y si las entidades financieras italianas dejan de comprar y empiezan a vender, obviamente se disparan los tipos de interés a los que el país puede refinanciar los progresivos vencimientos de sus 2,8 billones de euros en pasivos soberanos. Al final, la subida de tipos puede terminar costándole al Estado más de lo que pretendía recaudar con el impuesto (a medio plazo, una décima mayor de intereses sobre la deuda equivale a un coste adicional anual de casi 3.000 millones de euros, cuando el gobierno aspiraba a recaudar con el nuevo tributo algo menos de 3.000 millones). Cuidado, pues, con los impuestos a la banca, puesto que puede terminar saliendo el tiro por la culata.