El buen salvaje
Derechos
Dentro de pocas semanas, tendrá derecho el candidato a conseguir un buen resultado en las elecciones municipales, pero no lo conseguirá. ¿A quién reclama un llorica?
Roberto Sotomayor, candidato de Podemos a la alcaldía, aspira a conseguir que Madrid sea un plató de Cinecitá. Allí, Fellini inventaba mares que parecían falsos, «Y la nave va...», para demostrarnos hasta qué punto eran de verdad. Sotomayor promete 131 playas en la ciudad, tal vez la propuesta más creíble de toda la campaña por ser tan mamarracha como poética: el mar está donde uno quiera oír su sonido de la misma manera que Giulietta Masina iba buscando un chulo bueno en todas «Las noches de Cabiria» pero no dejaba de ser una pobre puta.
Llegados a este punto, y comprobado empíricamente que la lírica se desvaneció con un golpe de calor, no quiero ser una fulana de Sotomayor, alguien que aspira a que al día siguiente aparezca la Tierra Prometida, y no como un regalo sino como un derecho. Lo más sangrante de las izquierdas es que todo lo consideran un derecho. Derecho también a tener playa en Madrid, por decir, pero podría ser derecho a no hacer cola en los embarques de los aeropuertos, derecho a tapa con cada caña que se tome, derecho a retozar con Keanu Reeves...
La izquierda considera un derecho todo lo que a uno se le antoje, incluso, como se ha visto, cambiar de género, tenemos derecho a ser lo que un día queríamos ser y nunca llegamos a conseguirlo. Para eso está la izquierda, para que sea un derecho eso que no tuvimos talento o ganas de alcanzar. De ahí que la promesa de las 131 playas, el derecho a poder refrescarnos en la calle, parezca literariamente grandiosa, cursi como el peor Benedetti. Me pregunto para qué se esforzó Sotomayor en los campeonatos de Atletismo si tenía derecho a ganar y conseguir la medalla de sus sueños. Dentro de pocas semanas, tendrá derecho el candidato a conseguir un buen resultado en las elecciones municipales, pero no lo conseguirá. ¿A quién reclama un llorica?
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