Y volvieron cantando
Deslegitimar a la oposición
El órdago plasmado en la carta de Sánchez rezuma amor personal y eso es encomiable y respetable, pero paradójicamente también rezuma una peligrosa vuelta de tuerca en la espiral del odio entre españoles
Muy pocas horas después de la misiva-órdago de Pedro Sánchez dándose estos cinco días de «reflexión» para definir qué hace con su vida, el líder del Partido Popular, Núñez Feijóo, comparecía en una oportunísima entrevista con Latorre en la Brújula de Onda Cero para, entre otras cosas señalarnos –como si hubiera estado en el mismísimo arcano de estrategas monclovitas– lo que casi con toda seguridad acabará diciéndonos el jefe del Gobierno a los españoles en su anunciada comparecencia de pasado mañana lunes. Sustancialmente y previa campaña de adhesiones desde todos los rincones de la izquierda política y mediática todo se ceñirá a un «me quedo por responsabilidad y amor a mi país, a pesar de la campaña de acoso y derribo por medios nada democráticos de la derecha y la ultraderecha». Particularmente creo que el presidente del PP, cada día más liberado de bisoñeces que ha pagado muy caras, no se desviaba demasiado de lo que vamos a ver y escuchar en directo el lunes en boca del presidente del Gobierno, tras una decisión que en efecto es inédita en cualquier democracia y que puede resultar estratégicamente útil en clave interna, pero que ya se está pagando bastante cara en términos de prestigio internacional, tanto de Sánchez en primera persona como de la propia marca de país, sobre todo porque esos prestigiosos medios internacionales a los que se nos emplaza a los periodistas desde Moncloa cuando se detienen en el «España va bien», con este asunto no se les ve precisamente excitados ante nuestra «salvaje ultraderecha», sino más bien con las informaciones que señalan a las actividades de la esposa del presidente hasta hace dos días irrelevantes para los corresponsales foráneos acreditados en Madrid.
El órdago plasmado en la carta de Sánchez rezuma amor personal y eso es encomiable y respetable, pero paradójicamente también rezuma una peligrosa vuelta de tuerca en la espiral del odio entre españoles e incluso algo más inquietante como la deslegitimación de una oposición que –tengamos memoria– pasa por ser Teresa de Calcuta comparada con las que enfrentaron otros ex presidentes a nivel parlamentario y por supuesto en el terreno de las preguntas de los periodistas sobre cuestiones extremadamente incómodas y comprometidas en tiempos en los que iba en el cargo someterse a lo que pudiera plantear cualquier informador de cualquier medio y sobre cualquier cuestión. Feo asunto el que nos ocupa.
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