Y volvieron cantando

La «dialogante» reina del «biquiño»

La vicepresidenta acudía a Bruselas con un objetivo claro y meridiano que no era otro que conseguir una «renovación» en su contrato de trabajo

Que nadie busque motivaciones relacionadas con el instinto negociador, la vocación de diálogo o la necesidad de afrontar con valentía el debate territorial. Lo del viaje «a título particular» de la vicepresidenta Díaz a Bruselas para entrevistarse con Puigdemont solo se corresponde con algo tan secular como el instinto de supervivencia en primera persona, eso sí, a través de la garantía de supervivencia para su «tiket», el actual presidente en funciones, eso es todo. Me apuntaba ayer mismo un notable dirigente socialista y no precisamente gallego, que la principal razón por la que Yolanda Díaz tiene predicamento en la política nacional y no así en la de su comunidad de origen es sencillamente porque allí en Galicia es perfectamente conocida, tanto ella como otros miembros de su formación protagonistas de sonoros descalabros cuando se llama a las urnas en esa región. Para hacérselo mirar. Díaz afrontó el Rubicón de las recientes elecciones generales consciente de que su proyecto «Sumar», o lo que es lo mismo, su personal aventura política en Madrid no dependería tanto del éxito a la hora de consolidar una gran plataforma multipartidista de izquierdas, como de algo mucho más mundano, como era la posibilidad de continuar vice presidiendo el Gobierno, dado lo indispensable de los escaños de su grupo y con independencia del notable castigo del electorado situándoles como cuarta fuerza política del país. La vicepresidenta acudía al Parlamento Europeo para mantener una larga –y según se apunta desde Sumar– provechosa entrevista con Carles Puigdemont, un prófugo de la justicia española para negociar el apoyo a la investidura de Sánchez, acto que supone una de los más graves traspasos de línea roja contra el estado de derecho en cuarenta y cinco años de democracia y sobre el que no sirve por parte del PSOE el argumento de que no se conocía, porque de haber resultado totalmente así, Díaz lo primero que se habría tenido que encontrar a su regreso de Bruselas es sencillamente el cese fulminante como vicepresidenta por parte del jefe del ejecutivo en funciones.

La vicepresidenta acudía a Bruselas con un objetivo claro y meridiano que no era otro que conseguir una «renovación» en su contrato de trabajo, curiosamente el mismo día en el que conocíamos unos grises tirando a negros datos del paro. Sabe que, si no hay puesto en el próximo Consejo de ministros, los «no muertos» del mundo podemita la estarán esperando.