Letras líquidas
No diga usted bloqueo
Nos encontramos ante la posibilidad real de incidir, por tercera vez, y a la vista de lo que exhiben las encuestas, en un parón colectivo que rozaría lo insoportable
A veces el pasado viene a visitarnos. En forma de nostalgia o morriña o saudade, quizá como un inquietante «déjà vu» o directamente reencarnado en fantasma, estilo «Cuento de Navidad». A la política española le ocurre estos días algo parecido a lo que Dickens imaginó: nuestros tiempos pasados se nos aparecen con nitidez. Y regresan las dos ocasiones en las que España ha tenido que repetir elecciones en los últimos años. El temido primer bloqueo llegó tras los comicios de diciembre de 2015 y condujo a las urnas pocos meses después, en junio de 2016; el segundo ocupó gran parte de 2019, con votaciones en abril y noviembre y, en ambas ocasiones, asistimos al consabido periodo de vetos cruzados, pactos que se vuelven imposibles, líneas rojas y «noes-que-siguen-siendo-noes» hasta el infinito sin posibilidad de cambio. Sustrayendo a la política su rasgo negociador definitorio.
Y hacia ese escenario, como si no hubiéramos aprendido del todo las lecciones paralizadoras o paralizantes que nos dejaron los tiempos y oportunidades perdidas, volvemos ahora con los primeros acordes que evocan incomunicaciones y frenos. Hay, incluso, quien atribuye esta situación a una voluntad directa impulsada desde el propio convocante... En cualquier caso, nos encontramos ante la posibilidad real de incidir, por tercera vez, y a la vista de lo que exhiben las encuestas, en un parón colectivo que rozaría lo insoportable. Por eso, y de forma paralela a las reflexiones de los votantes que legítimamente pueden penalizar con sus sufragios a quienes fuerzan situaciones de estrés político y social (véase investiduras fallidas), van creciendo también las voces que proponen soluciones anticipatorias. Felipe González abrió la espita con la propuesta de que gobierne la lista más votada en caso de que haya un solo candidato con posibilidades, esto es, evitar un colapso porque sí y, desde entonces, la propuesta ha ido tomando fuerza. Sus bondades la avalan: respeta el sistema de elección parlamentaria y protege el bien común frente a intereses de parte.
Además, concentra más legitimidad al proponerse antes de conocer los resultados del 23J, los que servirán de verdad y activarán los cálculos de gobernabilidad y se trata de una opción, sencilla a priori, que intenta eliminar de la ecuación cualquier tentación manipuladora. Como la idea de volver a tener un país en funciones, en «stand by», resulta desoladora, intentemos, casi en un ejercicio de pensamiento mágico, no referirnos demasiado al bloqueo... por si llega. Que no queremos estar, como míster Scrooge, esperando espectros.
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