Letras líquidas

Diputados, disciplina y las ganas

Los versos sueltos, pocos, han ido recibiendo sus correspondientes sanciones (sobre todo económicas, pero también alguna expulsión) en sesiones señaladas en la Carrera de San Jerónimo

El primero de los mandamientos de la religión «gánica», inventada por el artista argentino Federico Peralta Ramos, proclama la necesidad de «hacer siempre lo que uno tiene ganas». Una provocación propia de las vanguardias creativas, una ilusión tan vital como óptica que se topa continuamente con la realidad y sus inexorables obligaciones. Una excentricidad lúdica que se sitúa en el extremo opuesto a la férrea obediencia, al seguidismo ciego que, a veces, arrolla pensamientos y voluntades. Entre una y otra media, y menos mal, un abismo suficiente para albergar la mayor parte de las decisiones cotidianas, personales o profesionales. Y asistimos estos días a la reedición de un debate que por cíclico no deja de ser relevante, incluso medular, para el desarrollo de nuestra convivencia: la tensión no resuelta entre la disciplina (de partido) y la conciencia (propia) a la que se enfrentan los diputados en algunas de las votaciones que se producen en la Cámara Alta.

El artículo 67.2 de la Constitución es rotundo. «Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». Sin embargo, la fuerza de los hechos y la colisión con las normas de funcionamiento interno de las formaciones políticas han ido convirtiendo en excepción aquella apuesta del constituyente por el librepensamiento. Los versos sueltos, pocos, han ido recibiendo sus correspondientes sanciones (sobre todo económicas, pero también alguna expulsión) en sesiones señaladas en la Carrera de San Jerónimo relativas a asuntos como el aborto o la ley del divorcio, en la investidura de Rajoy en 2016 o en la aprobación de la reforma laboral. Y así seguimos, décadas después, sin fijar con nitidez qué criterio prevalece, si el de las siglas o el personal, en una de las incógnitas más profundas del parlamentarismo español, y así estamos ahora, atentos a próximas votaciones, a ver si alguna de sus señorías se queda (o no) con las ganas.