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El discurso del Rey, la República y el mar Rojo
La monarquía, como todo, es discutible pero en España, junto con la Constitución de 1978, ha dado la época de mayor bienestar y prosperidad conocida
Harold Wilson (1916-1995) fue dos veces primer ministro del Reino Unido (1964-1970 y 1974-1976). Laborista, sumió al país en una profunda crisis económica. No obstante, cuentan que fue el «premier» que mejor se llevó con Isabel II (1926-2022), la reina más reina de todas las reinas, que leía los discursos que le escribía el Gobierno de turno. Wilson decía que «preparar un discurso de diez minutos le cuesta un par de semanas; un discurso de una hora, una semana, y un discurso de dos horas siempre puedo improvisarlo». Mark Twain (1835-1910) creía, por su parte, que «suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado». Felipe VI habló doce minutos en Nochebuena. No consta, pero el rey y su equipo trabajaron más de dos y tres semanas para preparar un mensaje, más contundente que en otras ocasiones, centrado en la vigencia y necesidad de la Constitución. «Fuera del respeto a la Constitución –dijo– no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición, no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad». El Gobierno, Pedro Sánchez mejor dicho, conocía, como siempre, con antelación el mensaje real. Significa que, le guste más o menos, lo asume, algo que hay dudas de que admita la parte de Sumar del Gobierno y, por supuesto, sus numerosos –indepes o no– y variopintos aliados que sueñan y trabajan por una República futura y para derruir la Constitución. Felipe VI, que no puede ni debe decir más de lo que dijo, tampoco contentó a quienes esperaban un rechazo expreso de la amnistía a los condenados y encausados del «procés», ni a quienes –desde la ignorancia constitucional– defienden que no debería firmar esa ley, algo que no es una opción. También entre ellos hay republicanos «cañí» o «fachas». La monarquía, como todo, es discutible pero en España, junto con la Constitución de 1978, ha dado la época de mayor bienestar y prosperidad conocida. Sus detractores deberían pensar si preferirían una República presidida por Aznar o Zapatero, por Rajoy o Sánchez, por Feijóo o Yolanda Díaz, que se les podría cambiar, pero que anclaría ese «germen de la discordia» que insta a evitar Felipe VI. Todo en la España en la que el Gobierno de Sánchez, tras el aplauso de Hamas, recibe ahora el de los hutíes que impiden la navegación por el mar Rojo y pueden crear otra crisis de suministros y subidas de precios. El inquilino de la Moncloa quizá también necesitará semanas para enhebrar un discurso y explicarlo, que decía Wilson.
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