La situación

Disfrutar lo votado

«Los españoles deben asumir durante cuatro años las consecuencias, positivas y/o negativas, de lo que han votado»

Adelantar las elecciones sin alcanzar el límite temporal de las legislaturas es una opción legal en casi todos los países de nuestro entorno, al igual que en el nuestro. La normativa concede esa potestad a los primeros ministros (o a los presidentes de determinadas repúblicas). Pero en los últimos tiempos, esa potestad se ha convertido, de facto, en una obligación no escrita, porque cuesta recordar la última vez que un mandatario agotó su mandato.

El primer ministro británico acaba de adelantar las elecciones generales en el Reino Unido, las elecciones catalanas también se celebraron antes de tiempo, igual que las vascas y las gallegas y las generales y las madrileñas, y así seguiríamos hasta completar el espacio concedido a este artículo.

Ahora, el líder de la oposición pide apasionadamente que el presidente del Gobierno ejerza su mando y nos convoque a elecciones cuanto antes. Si disolviera las Cortes después de las elecciones europeas del 9 de junio, tendríamos que votar en agosto, lo que ya no sería tan extravagante, porque las últimas generales fueron un 23 de julio. Adelante con los faroles.

Sin embargo, habría que defender el derecho de los ciudadanos a disfrutar el resultado de lo que han votado, porque adelantar las elecciones supone considerar que los españoles hemos votado mal y tenemos que reconsiderar la papeleta que metemos en la urna. Yolanda Díaz ha sentado doctrina al afirmar que los catalanes habían votado bien porque lo hicieron en el mismo sentido que el 23 de julio: a una coalición progresista. Lo contrario hubiese sido votar mal. En esa corriente de pensamiento, el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, abroncó la semana pasada a los pobres que votan a la derecha.

Votar es cosa seria y el resultado debe respetarse. Es responsabilidad de los españoles haber votado lo que votaron. Y, con esa misma responsabilidad, deben asumir durante cuatro años las consecuencias, positivas y/o negativas, de lo que han votado. La oposición no puede pretender que se vote hasta que el resultado satisfaga sus expectativas. Y el gobierno debería ocupar más tiempo en gobernar y no tanto en buscar oportunidades de beneficio partidista.