Editorial

España merece el desbloqueo

Para este viaje, no hacían falta estas alforjas. Pedro Sánchez quiso convocar elecciones, cuando pudo ser investido, para mejorar sus resultados y ha fracasado rotundamente: no gana más representación parlamentaria y pierde tres escaños. En conjunto, el resultado deja un Parlamento más ingobernable que el anterior, motivo por el que se produjo el adelanto de los comicios.

Los datos son inequívocos y debería obligar a una reflexión en profundidad al candidato socialista por la estrategia seguida, sobre todo cuando ha quedado patente que los cálculos que hizo para seguir en La Moncloa partían del principio de que necesitaba el voto de Unidas Podemos y los partidos independentistas catalanes, que persisten en un desafío descomunal al Estado.

La situación es compleja, por lo que exige que Sánchez y Pablo Casado desbloqueen la situación cuanto antes. Este es el objetivo principal La única novedad tras el escrutinio no es menor: Vox ha duplicado su resultado, pero sin entender los motivos reales de su crecimiento. La construcción de un enemigo a medida tiene consecuencias: sólo en el ámbito constitucional, con 52 diputados, puede presentar recursos de anticonstitucionalidad, algo clave en la actual coyuntura política. El Partido Popular ha crecido en 22 diputados, lo que es muy loable, aunque previsible tras la debacle del pasado abril. Pablo Casado no ha sabido agrupar el voto del centroderecha, superar las cifra de los 100 escaños y ahora cuenta con un serio competidor por su ala derecha dispuesto a recoger el malestar que la crisis en Cataluña ha provocado.

El partido de Pablo Iglesias ha sufrido una seria caída de siete diputados y la pérdida de más de 620.000 votos, lo que abre un escenario realmente esperpéntico, y es que el partido que ha sido incapaz de formar un gobierno de coalición con el PSOE, ahora quiera repetir el mismo plan aunque con menos apoyos. Y un nuevo factor: el crecimiento de los partidos independentistas, catalanes y vascos, dejaría a un posible gobierno de izquierdas en manos de fuerzas que han resultado disolventes para el orden constitucional.

La debacle de Ciudadanos no es ajena a esta situación. De aspirar a ser una fuerza centrada, liberal, en la tradición de los partidos bisagra, una opción que evitase la dependencia de los nacionalismos, es ya una fuerza residual que tiene en juego su propia continuidad. Sánchez ha ganado las elecciones con unos resultados que no eran los esperados, muy lejos de los objetivos que quería alcanzar, pero la iniciativa ahora es suya. Conocemos por experiencia cuál es el protocolo a seguir, pero ya no cabe desnaturalizar un proceso que comprometa al Jefe del Estado anunciando que dispone de una mayoría cuando no era sí. Sánchez debe negociar con la perspectiva del desbloqueo como principal objetivo y debe partir de un dato ineludible y que cambia las perspectivas de éxito: ya no basta con la abstención de los 88 diputados del PP en la segunda votación de su investidura.

Se abre una perspectiva compleja en la que estará en juego la altura de miras de los líderes políticos. Es exigible un sentido de Estado, porque España no puede estar sumida en un bloqueo permanente que convierta la interinidad en un castigo permanente. Sobre el papel, el resultado de ayer no mejora la situación del pasado abril, pero, por apuntar un aspecto positivo, habrá que leer muy bien los resultados y, sobre todo, escuchar a la experiencia de la frustrada pasada legislatura. Si Sánchez insiste en un gobierno de izquierdas con el apoyo del independentismo tendrá asegurada una reacción desde la derecha más radical y la política española basculará hacia posiciones de ingobernabilidad.

Hay que negociar y hacerlo con lealtad.