Elecciones en Alemania

Europa respira tras el acuerdo alemán

La Razón
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El anuncio de una nueva «gran coalición» de Gobierno en Alemania ha sido recibido con inequívocas muestras de satisfacción en las principales capitales de Europa, pero con muchas reticencias entre la propia población alemana, hasta el punto de que, por primera vez desde el comienzo de las largas negociaciones, los analistas no se atreven a asegurar que la militancia socialdemócrata, convocada en urnas, vaya a dar su respaldo al acuerdo. Esa espada de Damocles que representan los militantes del SPD, muy críticos con su líder, Martin Schulz, explica, sin duda, la generosidad mostrada por la canciller, Angela Merkel, en el reparto de las carteras ministeriales, pero no solo: las encuestas son tozudas y, de repetirse hoy las elecciones generales, ambos partidos obtendrían tan malos resultados que ni siquiera, sumados, tendrían el suficiente respaldo parlamentario para formar Gobierno. Así las cosas, podría concluirse que el compromiso alcanzado es más tributario de las dificultades políticas de los dos líderes alemanes, en sus horas más bajas de apoyo público, que de los intereses generales del país, pero sería una deducción errónea porque nada era más perturbador que la mera idea de que el gigante alemán pudiera caer en un largo período de inestabilidad, precisamente cuando el futuro de la Unión Europea necesita redefinirse. De ahí que, a falta de conocer el alcance real de los compromisos de Gobierno firmados entre Merkel y Schulz, las instituciones europeas hayan recibido con optimismo una noticia que, a efectos comunitarios, significa nada menos que la promesa del cambio de postura económica que se venía reclamando a Berlín desde el estallido de la crisis y que debe traducirse en el final de las restricciones presupuestarias, el llamado «austericidio», en favor de una política inversora, que impulse el desarrollo común. En otras palabras, que el proverbial superávit financiero germano –en parte responsable de los desequilibrios de deuda que sufrió Europa– sirva ahora para acabar de relanzar la economía comunitaria sobre bases más sólidas y aprovechando los buenos vientos que soplan desde Estados Unidos y Asia. En realidad, a la baza europea, que, a la larga, se percibe en la propia Alemania como una oportunidad de crecimiento, se han agarrado tanto Merkel como Schulz para justificar ante la opinión pública la necesidad de reeditar la coalición de Gobierno. Ambos han tenido que hacer cesiones, si bien el precio que está dispuesto a pagar el líder socialdemócrata se antoja más alto, pues se obliga a renunciar a la dirección de su partido. A cambio, la socialdemocracia, aunque minoritaria, se lleva la parte del león en el Gabinete, con los ministerios de Finanzas, el más potente de la Administración; Justicia, Trabajo, Familia y Asuntos Exteriores, que desempeñará el mismo Schulz a modo de broche a su carrera política. Por su derecha, Merkel se ve obligada a ceder las carteras de Interior y Fomento a los regionalistas bávaros, que es tanto como entregar la gestión de la inmigración a quienes más se oponen a las políticas de asilo, para desactivar uno de los argumentos estrella de la extrema derecha en alza. Es de esperar que las cesiones de Merkel, unidas a las promesas de mayores inversiones sociales y, especialmente, de un mejor control de las políticas abusivas con la contratación temporal de los jóvenes, sean suficientes para vencer las reticencias de los militantes del SPD. Un revés sería grave, por supuesto, para Alemania, pero, también, para el futuro de la Unión Europea, que perdería una gran oportunidad.