Política

Discurso de Navidad

Una llamada del Rey a los jóvenes

La Razón
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La fotografía de la Princesa de Asturias, flanqueada por Su Majestad, tomada durante uno de los actos conmemorativos del 40 aniversario de la Constitución, en concreto, el momento de la lectura de Doña Leonor del artículo primero de la Carta Magna en el Instituto Cervantes, destacada en el Salón de Audiencias del Palacio de la Zarzuela, resume perfectamente el propósito contenido en el discurso que el Rey, como ya es tradición consolidada, dirigió a la nación en la Nochebuena. Es la reclamación de la vigencia de la Constitución, de los principios que ella consagra, proyectada sobre las nuevas generaciones españolas, representadas en quien será la futura Reina de España. Así, Don Felipe reiteró en su mensaje navideño la misma línea de pensamiento político que viene marcando sus últimas intervenciones: que la continuidad de la vida nacional en libertad y democracia sólo será posible desde la determinación de mantener la convivencia, la solidaridad y la unidad entre todos los españoles. Especialmente, entre las generaciones más jóvenes, las que ya nacieron en democracia plena y a quienes parecen lejanos, incluso ajenos, los esfuerzos y las renuncias de sus padres y abuelos por hacer de España un país de libertades, paz y progreso como no se había conocido en su ya larga historia. Sabe el jefe del Estado, como sabemos todos, que en esa aparente desconexión de los jóvenes con el significado último de la Transición y del ordenamiento constitucional resultante, actúan factores graves que distorsionan la visión generacional y operan como agentes disgregadores. En este sentido, el Rey fue diáfano al describir la situación de buena parte de los jóvenes españoles, que son los más afectados por la precariedad laboral, por las duras exigencia de un mercado de trabajo que demanda buena formación pero que, en muchas ocasiones, no responde a las expectativas creadas. Que tienen problemas a la hora de encontrar una vivienda adecuada y de poder formar una familia. Factores, ya decimos, que enrarecen la percepción de la realidad política y social, y abonan el campo a los embaucadores de las soluciones fáciles y a los profetas de la confrontación y la radicalidad. Y sin embargo, como nos recordó el Rey, se trata de unas generaciones que viven la difícil realidad de una sociedad tecnológica vertiginosa, de cambios continuos y acelerados, pero que atesoran conceptos como la solidaridad, la apertura al mundo, la paz, la defensa del medio ambiente; que tienen talento y están comprometidos con las causas sociales. A estos jóvenes españoles llamó Don Felipe a su responsabilidad en la construcción del futuro y, sobre todo, al mantenimiento de una convivencia que es, en las palabras de Su Majestad, «incompatible con el rencor y el resentimiento, porque estas actitudes forman parte de nuestra peor historia» y que exige el respeto a nuestra Constitución, que «no es una realidad inerte, sino una realidad viva que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades». En definitiva, que la obra más valiosa de nuestra democracia y el mejor legado que podemos confiar es la convivencia entre todos. Que debemos valorar con orgullo lo que somos, lo que hemos hecho y confiar en lo que podemos hacer. Importa, y así lo recalcó el jefe del Estado, que las generaciones actuales, las que ocupan los puestos de responsabilidad en todos los ámbitos sociales e institucionales, transmitan a las nuevas generaciones los valores que conforman nuestra Constitución, pero no sólo. Que es imprescindible apoyar a los jóvenes para que se extiendan en ellos estas décadas de progreso que nosotros hemos vivido. O lo que es lo mismo: vigencia de la Constitución, responsabilidad compartida y confianza en un futuro alejado de los viejos demonios familiares.