Pedro Sánchez

Una socialdemocracia «light» para frenar a la izquierda dura

La Razón
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Pedro Sánchez presentó ayer el que sería su futuro Gobierno si consigue remontar los demoledores datos que le auguran las encuestas. Sus posibilidades de llegar a La Moncloa son escasas, e incluso el PSOE puede convertirse en tercera fuerza política. Suponemos que para intentar invertir esta tendencia, el líder socialista anunció cuál será el equipo con el que confía en poder frenar el ascenso de la candidatura Unidos Podemos. Por lo tanto, en este caso, el medio es el mensaje: un tipo de Gobierno en el que se visualice una pérdida de política clásica –la vieja política que, guste o no, llevará la gestión diaria– en aras de dar cabida a una nueva «sensibilidad social» más interesada por los problemas sectoriales –por más importancia que tengan– que por los colectivos. Este Ejecutivo en la sombra convierte en ministerios asuntos que pueden ser llevados por una estructura administrativa de menor rango, lo que no quiere decir que pierdan valor político. ¿Realmente hace falta un Ministerio de Transparencia y Ética Empresarial? La teoría de este tipo de Gobierno había sido formulada por los laboratorios de pensamiento de la socialdemocracia más «light»: suplir la política de lo común por la política de lo que nos hace diferentes. Aunque el acto de ayer fue meramente propagandístico y, por lo tanto, no hay datos serios y fiables de lo que Sánchez propone, sobran los guiños. Por un lado, se trata de un Ejecutivo que cumple a la perfección –y con pulcrísima corrección política– con la paridad: diez hombres y diez mujeres. Por otro, por primera vez se plantea un Gobierno «multicultural», una asignatura pendiente y seña de identidad que Sánchez ha preferido resolver con la inclusión de Luc André Diouf, de origen senegalés –actual presidente de las Asociaciones Africanas de Canarias–, como ministro de Inmigración. Nada que objetar si las políticas que se aplican son las correctas, pero ¿sólo alguien que ha vivido la experiencia de la emigración puede resolver los problemas que comporta? Bienvenido sea el compatriota Diouf a la primera línea de la política, de darse el caso, pero debe saber que España no necesita un ministerio dedicado exclusivamente a las políticas migratorias porque esta realidad ha sido bien encauzada, como él mismo puede constatar. Mucho más injustificado es que, además, exista un ministerio específico de Regufiados. Un gesto que tiene que ver con la nueva «política de los sentimientos». En este caso, esta tarea ha recaído en el sociólogo y catedrático de Ciencias Políticas de nacionalidad francesa Sami Naïr. Insistimos en que el medio es el mensaje. El mensaje de un Gobierno que conecte con una sensibilidad, que se aparte de la acción política entendida como gestión de los asuntos públicos. La duplicidad de departamentos es constante, de ahí que existan los de Sostenibilidad, Economía Global y Pensiones. Más preocupante es la creación de una cartera de Reforma Constitucional, una tarea que, se supone, debe dirigir de manera directa el presidente, o una aún más confusa de Regeneración Democrática, en la que estaría al frente Patxi López. La cúspide del gabinete está reservada a Meritxell Batet, como vicepresidenta, además de Jordi Sevilla (Economía), Josep Borrell (Exteriores y Unión Europea), Margarita Robles (Justicia) y Ángel Gabilondo (Educación). Lo que está claro es que, en el hipotético caso de que el PSOE llegase a La Moncloa, éste no es el Gobierno que necesita España para continuar el trabajo de recuperación de la crisis y el crecimiento. Es una operación de propaganda con para intentar parar a su mayor contrincante: Unidos Podemos.