El buen salvaje

La era Franco

Lo mejor que pasó el 8 de enero en 1975 fue que en las listas americanas se radiaba en lo más alto, como en una escena de película de Tarantino, la que quizá sea una de las mejores canciones del siglo pasado: «You´re the First, the Last, my Everything», de Barry White

Estoy que no quepo de gozo. Hoy comienzan los festejos de «50 años de libertad». Hace cinco décadas que los españoles empezamos a adorar al onanismo sin que la ceguera se contara como efecto secundario. La ONCE debería querellarse contra tal falacia pues solo hay que ver al consejo de ministros para darse cuenta de que el amor a uno mismo no tiene fin y proporciona buena vista. Encontré a Marlaska, en concreto, de muy buen ver onanista en la Pascua Militar. Quiero entrar en ese chaqué y que la delgadez, que es la nueva riqueza, hoy los pobres son gordos, se deslice verticalmente frente a un cuerpo acostumbrado. ¡Bravo Fernando! Lo mío es envidia. El onanismo es lo que queda cuando falta otro cuerpo con el que rozarse. Perdonen, debe ser el roscón, pero hace cincuenta años Franco estaba vivo y en España había más que una justa libertad, libertad la justa. Un ocho de enero el Generalísimo, como en las malas novelas de Márquez, no sabía que iba a morir en la cama; es más, la mayoría de los españoles estaban tan enfrascados en pagar la casa, el coche y el yes very well (guiño, guiño) que no estaban para esas tonterías que se celebran hoy. Es la diferencia entre hacer el amor (dicho para que lo lean los niños sin que contenga la letra f) y hacerse un onanismo. Pajares, Esteso y la maravilla de los cómicos que le harían un corte de mangas a Sorogoyen y a «Querer».

Lo mejor que pasó el 8 de enero en 1975 fue que en las listas americanas se radiaba en lo más alto, como en una escena de película de Tarantino, la que quizá sea una de las mejores canciones del siglo pasado: «You´re the First, the Last, my Everything», de Barry White. Y eso no lo puede superar Pedro Sánchez. La potra salvaje contra este temazo. Existía el amor romántico y a la vez el porno con felpudo, reloj y calcetines de deporte. Cómo explicarán que el porno, que ahora es malo, entonces era bueno. Cómo contarán que los yonquis se morían por cientos en los barrios. Cuando volvía en vacaciones al pueblo faltaba uno. Lo bueno no es que se muriera Franco, lo malo es que empezó la posmodernidad. Todo aquello que con el tiempo ha devenido en errático llegó con la agonía de los años setenta, que es en realidad cuando terminará el siglo en los manuales de Historia. A ver si me entienden, la democracia está muy bien (bla, bla), pero la era Franco era mejor. Pedro. Porque te vas.