
Y volvieron cantando
Ese preciado relato educativo
Las medidas anunciadas por el Gobierno para poner trabas al desarrollo de la actividad universitaria en el ámbito privado, además de un ataque a las libertades son un vano intento de ponerle puertas al campo
Algunas luces de alarma llevan tiempo parpadeando entre las formaciones políticas de nuestra izquierda en lo relativo a una cuestión como es el sistema educativo, que debiera ser objeto de gran pacto estatal, pero sobre el que las aviesas manos de la estrategia política nunca acabaron de levantarse. Alarmas que muestran de entrada claros síntomas de inquietud entre un llamado progresismo que podría estar empezando a perder su preciado y tradicional control, en muchos casos sobre el relato ideológico dentro de las aulas, no solo universitarias, sino de las enseñanzas medias.
La arremetida mitinera de hace unos días a cargo del presidente Sánchez contra la enseñanza privada y después confirmada en sede de Gobierno tras Consejo de ministros no es ni mucho menos algo casual. Algunos estudios demoscópicos, de esos en los que tantos fondos se gastan los gobiernos de la izquierda, vienen poniendo de manifiesto la inquietud de no pocos docentes «progresistas» ante el hecho de que muchos jóvenes alumnos no acaban de asimilar determinados postulados del llamado movimiento «woke», ni en lo relativo a la defensa del feminismo radical, ni en otros terrenos en los que se hacen muy particulares lecturas sobre la necesaria lucha por la igualdad en general.
Desde hace décadas la izquierda siempre ha gozado de una evidente superioridad moral frente a las políticas liberales, especialmente patente en el mundo de la cultura y en la universidad, pero la transversalidad que durante años brindan a la ciudadanía las redes sociales y la propia eclosión entre medios de comunicación especialmente digitales está comenzando a doblegar la tendencia. El proceso es lento, pero cada día más perceptible, y algunos «chiringuitos» no precisamente instalados en la universidad privada, sino en la pública, pueden comenzar a resentirse, por mucho que se margine a profesores ajenos a «la cuerda» en los centros educativos que sufragamos todos y por mucho que se institucionalice el cierre de puertas de la universidad vía escraches y otros métodos a conferenciantes a los que se recibe al grito de fascistas solo por no abrazar los planteamientos de la izquierda radical.
Las medidas anunciadas por el Gobierno para poner trabas al desarrollo de la actividad universitaria en el ámbito privado, además de un ataque a las libertades son un vano intento de ponerle puertas al campo. Los jóvenes no se tragan todos los relatos. Ya no.
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