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Opinión

¿Se está utilizando la polémica como vía de escape?

Pedro Sánchez ha utilizado la polémica como vía de escape, y ha aprovechado el escenario internacional para desviar el foco político.

Alex Cortés

Tras varios días en los que el 'caso Koldo' acaparaba la opinión pública, la situación judicial ha escalado decibelios con el ingreso en prisión provisional del hasta hace menos de un mes secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán y la publicación de audios comprometedores sobre el entorno del también (y anterior) secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos. El Gobierno parece entrar en una fase de desgaste que lleva a un punto de no retorno. En este contexto, la cumbre de la OTAN (y esta semana de la ONU) ha ofrecido a Pedro Sánchez una oportunidad para desplazar el foco político y evitar, al menos temporalmente, tener que dar más explicaciones sobre cómo es posible que dos figuras clave en la estructura del PSOE hayan quedado salpicadas por una presunta trama de corrupción. Una situación que, de haberse producido en otros partidos políticos, probablemente habría provocado un cambio de ciclo político ipso facto.

Pedro Sánchez ha utilizado la polémica como vía de escape, y ha aprovechado el escenario internacional para desviar el foco político. Desde desmarcarse del consenso de los países aliados al negarse a comprometerse con el objetivo del 5 % del PIB en defensa, defendiendo que solo será necesario llegar al 2,1 %, hasta vetar al presidente de Andalucía, Juanma Moreno, de la cena oficial de la cumbre de la ONU. Sobre la cumbre de la OTAN, Sánchez alegó que cumplir con el 5 % del PIB en defensa sería incompatible con el Estado del bienestar. El resto de la polémica la continuó Trump, que permitió a Sánchez erigirse como la principal voz discordante y su jugada fue eficaz. El ruido generado por esta postura, sumado a la reacción airada del presidente estadounidense, que llegó a señalar a España como un “problema” y a amenazar con represalias comerciales, generó una tormenta internacional que, paradójicamente, permitió a Sánchez salir del ruido nacional.

Resulta especialmente llamativo que todo esto ocurra cuando se cumplen estas semanas siete años de la moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy con la que Pedro Sánchez llegó al poder, defendida en la tribuna por José Luis Ábalos, alegando que venían a erradicar la corrupción. Aquel discurso regenerador ha quedado desacreditado y ha defraudado a muchos votantes y cargos socialistas. Ahora es el PSOE quien se ve supuestamente afectado por tramas de corrupción que golpean su núcleo de poder.

También se ha conocido que el Tribunal Constitucional ha avalado la controvertida Ley de Amnistía, con seis votos a favor y cuatro en contra, al considerar que la norma persigue un “fin legítimo, explícito y razonable” para reducir la “tensión institucional” catalana y fomentar la convivencia. El fallo, celebrado por Sánchez como una “magnífica noticia para España y la convivencia”, ha recibido fuertes críticas por parte de figuras históricas del socialismo como el exsecretario general del PSM, Tomás Gómez, o el expresidente del Gobierno Felipe González, quienes han anunciado que no votarán al PSOE si Sánchez continúa como candidato por ‘traicionar a la Constitución y al PSOE’.

La polémica puede servir como cortina de humo, pero no va a solucionar los problemas de fondo que vemos y percibimos en la política española. Cuando la palabra dada no vale nada y se instala en el debate público el ruido y la frivolidad, se genera una gran desconfianza en las instituciones. Si además se percibe impunidad y no hay ningún tipo de moral institucional, esa desconfianza se acaba transformando en una desafección política que erosiona nuestra democracia. No nos lo podemos permitir. Necesitamos confianza, que es el mayor catalizador para llegar a grandes acuerdos y que en este momento son muy necesarios.

En este contexto, el papel de la oposición resulta especialmente relevante. En las últimas semanas, se han denunciado los supuestos escándalos de corrupción y han tratado de capitalizar el desgaste del Ejecutivo. El líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ha adoptado una estrategia de perfil institucional, centrada en contrastar la situación actual con una propuesta de seriedad institucional y buen gobierno. Ese mensaje encuentra respaldo en la gestión de varios gobiernos autonómicos, especialmente en Madrid con Isabel Díaz Ayuso y en Andalucía con Juanma Moreno, donde se ha consolidado una forma de gobernar que el PP aspira a proyectar también a nivel nacional.

Con el Congreso Nacional del partido en el horizonte este próximo fin de semana, el PP se prepara para reforzar su relato y presentarse como una alternativa de gobierno. Su papel en las próximas semanas será determinante, igual que el rol de otros partidos que tienen que decidir si están dispuestos abrir un nuevo capítulo en la política española. Cuando todo es posible, nada es imposible.