Cuaderno de notas
Feijóo, no «spiquininglis»
El hecho de que admitiera la carencia, lo ha dotado de una humanidad de la que Sánchez -novio de la tarta de mi Españita, guapo de plexiglás-, ha carecido siempre
He apuntado en mi cuaderno que el truco de Moncloa consiste en darle a Feijóo hasta que hable inglés. Justamente, le achacan no hablar el idioma de Shakespeare y eso, dicen, lo hace incapaz de ser presidente, no como Sánchez, que no puede parar de molar. El argumento supone que la gente que dejó de votar al sanchismo en las últimas elecciones decida votarle de nuevo porque sabe inglés. O acaso el votante desmovilizado de izquierdas caiga en la cuenta y vaya a votar a Sánchez, ahora sí, embelesado ante la manera en la que dice «iuropen union».
Moncloa cree que la gente no votará a Feijóo por su «spiquininglis». Yo no sé si es buena cosa llamar cateto a alguien que no sabe inglés en un país en el que la gente no sabe inglés. Feijóo ha admitido que es uno de esos tipos que iba a ponerse con un profesor el lunes, pero se le complicó la cosa. El hecho de que admitiera la carencia, lo ha dotado de una humanidad de la que Sánchez –novio de la tarta de mi Españita, guapo de plexiglás–, ha carecido siempre.
En realidad, la confesión de la «procrastineison» de Feijóo supone un acto de sinceridad en un país en el que todos los currículums mienten sobre el nivel de inglés y donde se dice cedé en vez de sidí. La tasa de españoles que no saben inglés solo es comparable a la tasa de ingleses que no saben español. Hay que reconocer que esta carencia la hemos llevado regular en un país en el que hablábamos a los guiris en alto y despacio como si fueran sordos y tuvieran afectadas las capacidades cognitivas.
Los españoles somos conscientes del retraso del inglés en nuestro país, pero también reconocemos un cierto candor en decir «clargable» en lugar de «clarguibol» porque nos acordamos del padre, del abuelo y de la generación a la que Sánchez ahora parece insultar sin pretenderlo. Me ha querido recordar injustamente a toda esa generación de «bullshiteros» que van por ahí soltando cosas en inglés que ni ellos mismos saben qué significan, ya sabes, lo del «insight», el «commitment» y el resto de la mandanga como de ligar con titis por la acera derecha de Avenida de América en Madrid a la salida del máster. Unamuno sabía inglés, pero pronunciaba «coconut» con acento en la u, decía «My taylor is rich» y contaba el chiste del jaguar y la zorra en la que el jaguar preguntaba «How are you» y la zorra respondía: «No, i’m sorry». No sé si podría contarlo ahora o estaría ofendiendo a los jaguares y más aún a las raposas. Me gustaba mucho la historia de uno de Pamplona que tenía que ir a Kentucky y, como no sabía inglés porque no había viajado, un amigo le escribió en un papel una frase para comprar un billete en la estación, así que se plantó delante de la ventanilla y dijo: «One ticket to Kentucky». Cuando le preguntaron: «¿On the bus?», él respondió: «A Kentucky, ya te he dicho».
Aprender inglés es un mérito que hay que reconocer a Sánchez pero el reto de verdad de los políticos españoles es aprender a hablar y escribir bien el castellano. Ojalá viésemos a Sánchez en Davos desentrañando el misterio de la nomenclatura del huevo por el que un huevo es mucho, dos huevos, es más, pero tres cojones, ya no importa nada.
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