Los puntos sobre las íes

Feijóo tiene que hacerse «un Trump»

Su primera obligación moral no es otra que efectuar una enmienda a la totalidad de las leyes aprobadas por Sánchez

Casi se me caían las lágrimas al contemplar a Trump tirar de estilográfica en el Capital One Arena de Washington para firmar con su intransferible letra gruesa una riada de órdenes ejecutivas seis horas después de haber tomado posesión. Las tres primeras recibieron carta de naturaleza en la tarde de un lunes para la historia, pues nos guste o no el regreso del republicano está cambiando el mundo. Las otras 23 han recibido carta de naturaleza en el Despacho Oval en el transcurso de esta semana. Con la mayoría estoy de acuerdo, con otras, como la retirada del Acuerdo de París, el abandono de la OMS o el indulto a 1.500 asaltantes del Capitolio, ciertamente no. El resto las respaldo de pe a pa. Especialmente el blindaje de la frontera de México para contener la invasión de ilegales y para cortar el paso a los narcos en general y en particular a esos camellos de fentanilo que se han cobrado ya la vida de 100.000 estadounidenses. Un auténtico drama, el de esa droga de los zombis que deja secuelas irreversibles desde la primera dosis, que le tocaba un pie a Biden pero que para el marido de Melania constituye una lacra a erradicar por las malas. Si hace falta bombardear los laboratorios con cazas, drones o misiles Tomahawk lo hará. Y ahí que estará un servidor para aplaudirle. Ha declarado una guerra sin cuartel que recuerda a la que emprendió Reagan contra los traficantes de cocaína y heroína en los 80 creando la ahora celebérrima DEA. Otra de sus tres primeras decisiones ha sido fulminar en la Administración Federal la mierda semántica del «ellos, ellas, elles». De nuevo, habrá dos sexos: masculino y femenino. Purito sentido común. Feijóo es un político mucho más templado que el 47º presidente estadounidense y, obviamente, discrepa de algunas de sus propuestas. Pero, como quiera que está cada vez más cerca de nuestra Casa Blanca, no estaría de más que aprenda la lección: la basura legislativa ajena no se combate escondiéndola debajo de la alfombra, como hizo en buena medida Rajoy, sino pasando el aspirador. Aznar se lo ha insistido hasta la saciedad: «Alberto, lo que no hagas en los primeros 100 días, no lo harás nunca». Lo que no hagas... y lo que no deshagas. Y, desde luego, su primera obligación moral no es otra que efectuar una enmienda a la totalidad de las leyes aprobadas por Sánchez. No hay una sola norma buena. Pues eso: que eche mano del triturador de papeles. No estaría de más que en el Bernabéu, en el Wizink Center, en el Metropolitano o en los jardines de Moncloa escenifique la cristiana sepultura que merece una batería legislativa sanchista cuyo indisimulado objetivo es el establecimiento de un régimen de partido único. Se tiene que cargar la retocada Ley del Sólo sí es sí, la contrarreforma laboral, la confiscatoria política fiscal, los impuestazos a la banca y a las energéticas, esa inmunda Ley de Memoria Democrática que olvida que la Guerra Civil fue una contienda de malos contra malos, la Ley Trans, la que priva a los padres del consentimiento en el aborto de sus hijas menores de edad y la Ley de Vivienda, además de recuperar el delito de sedición y el tipo anterior de malversación. Y, por supuesto, debe mandar al vertedero de la historia las normas totalitarias que el caudillo tiene en agenda, resucitar la Ley de Seguridad Ciudadana y crear otra para desahuciar a los piojosos okupas en 24 horas. Si no es así, si se imponen las medias tintas y el acomplejamiento, Sánchez seguirá mandando después de Sánchez.