Letras líquidas

Feminismo «non finito»

El cambio de titularidad cromática en Igualdad, del morado al rojo, no debería quedar reducido a una enmienda (aunque sea a la totalidad) a la gestión de Irene Montero sino que obliga a la ministra Redondo a devolver el carácter transversal, amplio y no partidista a ese feminismo que quedó hace unos años a medio terminar, «non finito»

Miguel Ángel no lograba terminar muchas de sus esculturas. Quedaban inconclusas, a medio hacer, como si fueran fragmentos de algo más, aún por definir, y ese estilo inacabado se consolidó bajo la etiqueta artística de «non finito». Rembrandt, El Greco, Degas o Picasso, entre otros, también exploraron la creación de obras imperfectas que, sin embargo, quedaban dotadas, al final, de un valor único y peculiar. Lo que en el arte puede canalizarse y alcanzar un sentido en sí mismo, resulta, en cambio, absurdo, inútil y hasta peligroso en las cuestiones cotidianas. Cuántos desaciertos pueden producirse por cierres en falso acumulados. Ahora, que estrenamos Gobierno, constatamos que ese esquema de los asuntos no resueltos puede extenderse a otros ámbitos.

Si hubo un Ministerio controvertido durante la pasada legislatura, ese fue, sin duda, el de Igualdad: tanto por un sectario y minoritario enfoque feminista, como por liderar (y no enmendar) el error y las dañinas consecuencias de la Ley del «solo sí es sí». No han pasado aún los cien días de respetuosa espera. De hecho, apenas una semana desde que se conoció el nombramiento de la ministra Ana Redondo, pero, tras las escenificaciones exhibidas en el Día Internacional contra la Violencia de Género, cabe pedirle empeño en eliminar divisiones. No se trata solo de replicar el negacionismo enarbolado por Vox, responsable de la ruptura del acuerdo social que llegó a forjar un pacto de Estado, ni de sus habituales rechazos a minutos de silencio y demás símbolos civilizados de apoyo a las víctimas; ni siquiera se trata, solo, de enfrentar las peligrosas consecuencias de la ceguera que impacta de tal modo en los más jóvenes que uno de cada cinco varones de 15 a 29 años es capaz de argumentar que las agresiones machistas no existen (con 52 mujeres asesinadas en lo que va de año y 1237 desde 2003). Su responsabilidad va más allá y la sitúa frente a la ardua tarea de restañar la unidad del feminismo. Tras años de esfuerzo por incrustar la equidad en el ADN social, después de éxitos como el del 8-M de 2018, que permitieron extender y naturalizar el valor de la no discriminación entre hombres y mujeres, las posturas excesivas y excluyentes que la han precedido han desmontado muchas de la piezas ensambladas y han convertido en activos tóxicos los afanes igualitarios.

El cambio de titularidad cromática en Igualdad, del morado al rojo, no debería quedar reducido a una enmienda (aunque sea a la totalidad) a la gestión de Irene Montero sino que obliga a la ministra Redondo a devolver el carácter transversal, amplio y no partidista a ese feminismo que quedó hace unos años a medio terminar, «non finito».