Editorial

Una figura esencial para Italia y Europa

El legado de Berlusconi se robustecerá como el inolvidable político y empresario de una Italia siempre intrincada

No es un hito al alcance de cualquier responsable público dejar una huella que sea ponderada por la mayoría de los análisis en el instante de la travesía hacia la eternidad. Esas figuras resultan excepcionales porque sus obras han marcado las vidas de generaciones de ciudadanos más allá de los claroscuros que pueden jalonar muchas de las biografías más notables y notorias. Silvio Berlusconi es una de esas contadas personalidades que serán recordadas por una hoja de servicios con un balance a su favor, méritos acumulados que ni siquiera sus detractores han cuestionado en esta hora del adiós. El ex primer ministro de Italia, personaje central de la política, la comunicación y el deporte transalpinos durante las últimas décadas, ha fallecido a los 86 años en el hospital de Milán donde permanecía ingresado desde hace varios días aquejado de una leucemia. La clase política de su país ha reivindicado la dimensión histórica de «Il Cavaliere», como era conocido, que enarboló un liderazgo liberal conservador capaz de dotar de estabilidad y prosperidad a un territorio que había sobrevivido sobre una crisis de gobierno y nacional casi endémica durante décadas. Un hombre de profundas convicciones, con la tenacidad y la sagacidad precisas para haber triunfado en ámbitos complejos, exigentes y competitivos en la actividad pública y la privada, con la capacidad para reinventarse y recuperarse tras dolorosas caídas y episodios polémicos derivados de un carácter siempre controvertido. Ocupó tres veces el cargo de primer ministro de una de las potencias europeas por excelencia y sirvió tal vez como último servicio en la política el compromiso de su grupo, Forza Italia, con la alianza conservadora que hoy gobierna el territorio bajo la dirección de Giorgia Meloni tras conseguir la confianza mayoritaria de los electores. Fue además un personaje público con una proyección que sobrepasó las fronteras de su país. Su fe europeísta en cualquier envite de la convivencia en común trascendió como una parte medular en su discurso y su ideario políticos tanto de primer ministro como en su condición de eurodiputado hasta el pasado octubre y antes con el escaño en el Parlamento Europeo entre 1999 y 2001. Como empresario y gran magnate de la comunicación, siempre enfrentado a la exigencia de la dura rivalidad con los competidores, exhibió virtudes propias de un visionario y un transformador. En todo caso, fue una personalidad ciertamente pintoresca y peculiar que no se caracterizó por eludir la polémica ni el encontronazo, con su particular manera de entender y disfrutar del día a día. Con el paso de los años y la perspectiva y la libertad que alienta la distancia, el legado de Berlusconi se robustecerá como el inolvidable político y empresario de una Italia siempre intrincada.