
Editorial
El «no a la guerra» o el preámbulo electoral
La atmósfera de la precampaña está servida con premeditación y alevosía
Pedro Sánchez ha mantenido como objetivo irrenunciable la culminación de la legislatura y la celebración de las elecciones generales en el plazo previsto en la legislación, esto es 2027. En cada debate, cara a cara parlamentario, comparecencia pública, el discurso no se ha desviado un milímetro de esa senda pese a que el CIS le ha pronosticado una victoria arrolladora y el éxito de sus políticas ha propiciado un estado milagroso del país. La oposición ha dado por hecho que el inmovilismo de Moncloa estaba condicionado por el horizonte judicial de su familia, partido y gobierno. Hay que tener siempre presente que el propósito exclusivo del presidente es conservar el poder precisamente por lo que le garantiza de resortes e instrumentos para blindar su inmunidad y la impunidad de sus allegados relacionados con la corrupción. En ese sentido, la fecha de 2027 constituye un objetivo, pero lo es más aún neutralizar la alternativa para despejar el horizonte a otros cuatro años en Moncloa. En este sentido, en los últimos días se acumulan las señales y los indicios que apuntan a que el sanchismo podría haber alumbrado una ventana de oportunidad que le reportara una mejor condición para encarar los comicios y que la brújula de Moncloa señalara ya el norte del adelanto electoral. Como con Sánchez nada es casualidad, sino arbitrario y contingente conforme a su interés y estrategia, Gaza y los palestinos han resucitado la toxicidad y el frentismo del «No a la guerra» que tantos y tan buenos frutos rindió en su momento a la izquierda. Pretender que Sánchez acaba de descubrir los padecimientos de los gazatíes después de dos años de guerra en los que no hizo una mención ni prestó la más mínima atención dentro o fuera de nuestras fronteras es tomarnos por ingenuos o por algo menos benevolente. Nada se le puede enseñar en cuanto a la agitación y la propaganda y lo está volviendo a demostrar con un exhibicionismo grosero en una tragedia que instrumentaliza miserablemente. Pero la tensión, el clima, es lo relevante. Y si a esta crispación, que irá más para excitar lo sentimental, extremar y polarizar, le sumamos el acelerón de las promesas en distintos ámbitos de los últimos días, como vivienda, educación, infraestructuras aeroportuarias, medio ambiente y ayer mismo financiación autonómica, con millones por doquier, la atmósfera de la precampaña está servida con premeditación y alevosía. Sánchez pensará también que el frente penal que lo amenaza podría conducirlo a un callejón sin salida en meses y que en ese sentido anticiparse podría ayudar, pues más vale lo malo conocido... Así que la oposición haría bien en prepararse, rehuir euforias contraproducentes, planificar con rigor el futuro y sobre todo no cometer errores. España atraviesa el más crítico momento de la historia de la democracia. Las próximas elecciones marcarán un antes y un después.
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