La situación

El lado correcto de la historia

«En política todo es efímero: se descubrió que había fallado el sistema de las pulseras. La estrategia monclovita se desarregló»

El lunes 8 de septiembre, el presidente del Gobierno sufrió (o disfrutó de) una epifanía: después de dos años, Pedro Sánchez decidió que, ahora sí, la situación en Gaza había de ser calificada como genocidio. Antes de tener esa revelación, los gazatíes estaban sometidos a los mismos horrores, pero Moncloa aún no había tomado la decisión de desguazar a quien pudiera tener algún reparo en utilizar esa terminología, prefiriendo vocablos como masacre o matanza que, según la nueva corriente de pensamiento oficial, no están en el lado correcto de la historia.

Es admirable suponerse a uno mismo en condiciones de ubicarse en el lado correcto de la historia por decir genocidio, y concederse el derecho de expulsar hacia el lado incorrecto a quien diga masacre, considerando que es melifluo y remilgado y, como consecuencia, sionista y fascista. Hay que quererse mucho para darse a uno mismo tal capacidad y derecho. Y, por lo visto, en determinados despachos de Moncloa no escasea el amor en primera persona del singular.

La historia, por sus propias características, es bueno analizarla con perspectiva. Esa es la tarea que realizan los historiadores, una vez que los efluvios del momento se han diluido, y ha habido tiempo para reposar la reflexión sobre los hechos. Cuando eso ocurra, es altamente probable que, como ahora dice el presidente, se considere en el lado incorrecto de la historia a quienes dijeron masacre en lugar de genocidio. Aunque, en ese caso, habrá que decidir en qué momento de estos dos años se establece la línea de salida: si el lado correcto lo ocupan aquellos que llegaron a esa conclusión hace meses, o los conversos, como Sánchez, que han empezado ahora.

Y la historia quizá incluya en su análisis algo de contexto. Por ejemplo, la necesidad que tenían en Moncloa de provocar un debate nacional distinto de los casos de corrupción. Y lo consiguió. Pero en política todo es efímero: se descubrió que había fallado el sistema de las pulseras para controlar a maltratadores machistas, y que algunos de ellos se libraron de ir a prisión. La estrategia monclovita se desarregló.