Tribuna
El hijo del millonario de Brooklyn que conquistó Manhattan
«Hasta ahora, se ha salido con la suya en todo», sentencia la sobrina. En noviembre, ante Kamala Harris, saldremos de dudas
Fui a la biblioteca de mi pueblo a recabar información sobre Donald Trump. La Diputación de Barcelona cuenta con una extensa red de bibliotecas. De préstamo sencillo. Siempre con alguna joya por descubrir. Me gustó, por ejemplo, la biografía del expremier británico Boris Johnson sobre Winston Churchill. No me la leí de un tirón. Pero casi. El Johnson periodista no disimula su admiración por el «Gran Hombre». Pero también ofrece datos que estremecen sobre la personalidad del biografiado. Vamos, que no es una hagiografía. Y se agradece esa voluntad de no ocultar los muertos, literalmente, que el biografiado tiene en el armario.
En esta ocasión, esperaba encontrar alguna biografía de quien aspira nuevamente a liderar el país más poderoso del mundo. Y así fue por partida doble. Una de ellas escrita por un periodista de investigación, David Cay Johnston, premio Pulitzer 2001, por su denuncia de la corrupción y evasión de impuestos. Lo de evadir al fisco se da en todas las latitudes.
Al poco de empezar a leer decidí posponer la biografía. Me aburren cuando a las pocas páginas confirmas que más que una biografía estás ante un texto cuyo fin es poner a caldo al biografiado. E igual era rigurosamente cierto. Pero decidí aparcar la biografía del periodista de New York Times y opté por la otra, la escrita por una sobrina carnal.
Se trata de la segunda hija de su hermano mayor, Fred Trump Jr. «Freddy». Al primogénito le pusieron Fred por su ancestro, hijo de alemanes. A la primera hija la llamaron Maryanne por la esposa de Fred Trump, una escocesa de clase trabajadora llamada Mary. La hermana mayor de Donald llegaría a ejercer cargos muy importantes en la Fiscalía y la judicatura. Gracias, según su sobrina Mary L. Trump, a que Donald Trump supo mover los hilos.
«Siempre demasiado y nunca suficiente» se publicó en agosto de 2020, dos meses antes –a buen seguro que con toda la intención– de las elecciones que en noviembre dieron una ajustada victoria a Joe Biden. El subtítulo es más elocuente «Como mi familia creó al hombre más peligroso del mundo».
Trump sigue sin reconocer la derrota de 2020. La refutó de inmediato incitando a tomar el Capitolio. Y apremiando a invalidar el recuento. Un asunto que sigue coleando. En 2023 un tribunal condenó al exalcalde de Nueva York, Rudolph Guliani, abogado de Donald Trump, a pagar una indemnización de más de 150 millones de dólares por acusar a dos trabajadoras de manipular el resultado de las elecciones de 2020 en Georgia. Guliani fue una de las personas que intervinieron en el funeral del padre de Donald Trump en 1999 cuando ya era alcalde y buen amigo de la familia.
La sobrina de Trump incide precisamente en la personalidad egocéntrica de su tío, en su falta de escrúpulos y en su incapacidad para aceptar una derrota. Por lo menos en ese punto, la actitud de Donald Trump parece dar la razón a la sobrina: no tolera perder. Lo que no obsta para recordar que la sobrina fue desheredada y que era la hija del hijo caído en desgracia.
El hermano (varón) mayor destinado a ser el heredero jamás llegó a cuajar en Trump Management. Murió alcoholizado a los 42 años. Pero mucho antes su padre fue arrinconado –según su sobrina– por su hermano Donald que jamás le perdonó su intento de independizarse. Por su cuenta y riesgo se convirtió en piloto de aviones trabajando para grandes aerolíneas y desechando el complejo empresarial familiar. Su afición a la bebida hizo que tuviera que dejar una profesión vocacional: volar.
Pero si bien Donald acabó encabezando las filas del Partido Republicano, su padre –el que levantó el negocio del ladrillo– se codeaba con políticos demócratas que eran los que tenían tomadas las medidas a Nueva York en los años sesenta y setenta. El llamado establishment era más de corte demócrata que republicano. Y en buena medida sigue siendo así. De hecho, Guliani era demócrata en aquellos tiempos aunque luego fue alcalde por el Partido Republicano. Y fue por aquel entonces cuando Fred Trump levantó miles de viviendas populares en Brooklyn con un maná de ayudas gubernamentales y generosos préstamos bancarios. Esa actividad es la que le convirtió en millonario. Pero jamás cruzó el puente de Brooklyn que salva el East River. Manhattan quedó siempre lejos de los proyectos de Fred.
Hasta que su ambicioso hijo Donald, con la ayuda paterna, asaltó la Gran Manzana, ansiando reconocimiento y posición, dejando atrás los suburbios y barrios residenciales para codearse con los grandes en la cima del mundo. Y sin duda lo logró. «Hasta ahora, se ha salido con la suya en todo», sentencia la sobrina. En noviembre, ante Kamala Harris, saldremos de dudas.
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