El trípode del domingo

«El humo de Satanás»

Pablo VI quiso hacer esa dramática afirmación desde el corazón de la Iglesia y en la solemnidad de San Pedro y San Pablo

El 29 de junio la Iglesia conmemora la memoria de los apóstoles San Pedro y San Pablo, considerados las dos columnas de la Iglesia. Respectivamente, uno como el primer vicario de Cristo y cabeza de la Iglesia en el mundo, y el otro como el apóstol de los gentiles, es decir, los no judíos. Hoy, en todas las nunciaturas –las embajadas de la Santa Sede– en los países con los que mantienen relaciones diplomáticas, se celebra una recepción oficial en honor del Papa y de los dos Apóstoles Patronos de Roma, la «ciudad eterna» en la que murieron mártires. Pedro, crucificado cabeza abajo (por deseo suyo al no tener el honor de morir como el Maestro), y, tres años después, Pablo, decapitado. Desde la «caída de Roma» el 20 de septiembre de 1870, objetivo de la «reunificación» de Italia, los papas perdieron su milenaria soberanía sobre los Estados Pontificios, y se consideraron prisioneros del Reino de Italia, recluyéndose en el Vaticano durante 59 años, hasta la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano. Este microestado alcanza una superficie de menos de medio km², pero en él se encuentra la Santa Sede, cuya influencia se extiende por todo el mundo, manteniendo relaciones diplomáticas con más de 180 países actualmente. Nació el 11 de febrero de 1929 con los acuerdos lateranenses (Pacto de Letrán) suscritos entre el Reino de Italia y la Santa Sede. La Ciudad del Vaticano es considerada como la mínima e imprescindible soberanía temporal del Papa, necesaria para poder ejercer en plena libertad su soberanía espiritual en el mundo católico. También es oportuno recordar en los actuales turbulentos tiempos que en esta fecha de 1972 se produjo una histórica declaración del Papa, entonces Pablo VI, que había sucedido a Juan XXIII, fallecido poco después de haber dado comienzo en octubre de 1962 al Concilio que había convocado y que clausurará Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. En la Basílica de San Pedro hizo una declaración que está en la Historia de la Iglesia, en unos momentos en los que la crisis del postconcilio se hacía muy presente: «Todos esperábamos una primavera para la Iglesia tras el Concilio; pero ha venido la oscuridad, la duda, la confusión, la división… Se diría que por una rendija ha penetrado en el Templo de Dios el “humo de Satanás”». Pablo VI quiso hacer esa dramática afirmación desde el corazón de la Iglesia y en la solemnidad de San Pedro y San Pablo. Pese a ello, la paz y confianza de Su Iglesia está puesta en las palabras de Jesucristo en el Evangelio: «Las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella».