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El «índice idiota», Musk y la Inteligencia Artificial
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ahora a la derecha de Donald Trump, no es un ejemplo de casi nada, pero sí de atreverse a casi todo, incluso a lo inimaginable, al menos en teoría
Immanuel Kant (1724-1804), dedicó toda su vida y su obra filosófica a la búsqueda de respuestas para tres preguntas: «¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer? y ¿qué puedo esperar? De ahí salieron sus famosos tratados sobre «la razón», unos tochos tan eruditos como exigentes y, con frecuencia, áridos. El filósofo prusiano, no obstante, en algunas ocasiones también podía ser claro y conciso, como cuando recomendaba «atrévete a saber». Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ahora a la derecha –incluso en casi todo, aunque habrá que ver cómo acaba la relación– de Donald Trump, no es un ejemplo de casi nada, pero sí de atreverse a casi todo, incluso a lo inimaginable, al menos en teoría. Walter Isaacson, autor de una de las biografías del billonario (Debate), explica que cuando empezó en el negocio de los cohetes espaciales –una de sus obsesiones es enviar humanos a Marte, quizá él mismo– desarrolló lo que denominó «índice idiota». Determina cuánto más caro es un producto determinado que el coste de sus materiales básicos.
Musk estimó que los cohetes tenían un índice idiota «extremadamente alto», calculó el coste de la fibra de carbono, el combustible y el resto de materiales. Llegó a la conclusión que, con los métodos de fabricación del momento, un cohete costaba al menos cincuenta veces más que eso. Tuvo intentos fallidos, pero logró producir sus propios cohetes y ser el principal proveedor de la NASA.
Hace poco más de una semana, una aplicación de IA (Inteligencia Artificial), china, DeepSeek, impulsada por el ingeniero Liang Wenfeng, sembró el pánico en los mercados y provocó un descalabro bursátil a Nvidia, la hasta ese momento reina del sector. Luego recuperó parte de lo perdido tras el impacto inicial; la IA china ya había dado el aldabonazo y estaba ahí para quedarse. El éxito, por ahora, de DeepSeek, se fundamenta en dos puntos fundamentales, trabaja con código abierto, pero sobre todo –también en teoría– su coste de investigación, diseño y puesta en servicio, es ínfimo comparado con toda su competencia, con Nvidia a la cabeza. Hasta ahora, las empresas de IA habían invertido miles de millones de dólares con previsiones igual de millonarias para el fututo. No está claro el coste de DeepSeek –es increíble que sean los seis millones de dólares de los que se habla– pero sin duda es muy inferior al del resto de IA, que tendrían un «índice idiota» altísimo, según Musk. Quizá sea una lección que Occidente y sobre todo Europa deban tener en cuenta porque, además de «¿qué debo hacer?», hay que «atreverse a saber», ya lo dijo Kant.
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