Con su permiso

Insolvencia

Reinan juntos el cinismo, el negacionismo y el greenwashing, que, como dice el profesor Turiel, es cinismo también, pero en verde

Cumbre Climática
Cumbre ClimáticaIlustraciónPlatón

Se acoda Nacho en la balaustrada del largo puente de la Constitución y ve bajar las aguas turbias de la política, que en estos tiempos está lejísimos de responder a su compromiso de liturgia del bien común. Recuerda su lectura juvenil del Siddartha de Hesse y la elocuencia del río, que hablaba de la vida, de la impermanencia, de la virtud de la concentrada observación. Hoy, desde el puente lo que se observa es el cenagoso chapoteo de partidos que descuidan su función y cargan al otro con las deslealtades e incumplimientos que les son propios. Observar, observan poco o nada más allá de sus propias narices e intereses, y lo de la impermanencia sí que lo tienen como propósito y perspectiva, sobre todo quienes desde el Gobierno incumplen su compromiso y traicionan su palabra, que vale menos que su necesidad de mantenerse en el poder. Será, se dice Nacho, que flotar en política exige aligerar el peso de la palabra. Si se convierte en un lastre, se olvida o se cambia.

Le pasa algo parecido cuando contempla, cada vez más horrorizado, la frívola insolvencia con la que se reúne el mundo para hablar de cambio climático. La última cumbre se celebra en un país que vive de los combustibles fósiles y la preside un tipo cuyo negocio es vender petróleo al mundo. Sería una comedia patética si no fuera porque estamos hablando de la vida del planeta, de su futuro. Eso es lo que nos jugamos. Será que además de aligerar palabras para no caer bajo su peso, la actual especie política juega con ideas vacías envueltas en el celofán de la grandilocuencia verbal. Ni la palabra se cumple ni los proyectos se abordan. Fenómeno global, se dice Nacho, a la vista de lo que la cumbre de Dubai tan poblada de declaraciones huecas, papeles mojados e hipocresía, muestra al mundo.

El planeta se muere y aquí asistimos a una feria de vanidades en la que casi nadie piensa en global. Se habla de poner fecha al fin de la producción de combustibles fósiles, a lo que se oponen países como el propio anfitrión de la conferencia. Comprensible. Pero resulta menos fácil de entender que los países occidentales que defienden y potencian el uso de energías sostenibles, no tengan problema en seguir buscando e investigando sobre más fósiles. En la cumbre ya se han presentado estudios, como el informe del Programa Ambiental de Naciones Unidas, que nos avanza que aunque todos los países hicieran los deberes que han aprobado a nivel nacional en las 27 cumbres que hasta ahora ha habido, la temperatura global subiría entre 2,5º y 2,9º C a finales de siglo. Y eso aumentará la desestacionalización de fenómenos atmosféricos como huracanes, o incrementará los desajustes que estamos viviendo en forma de inundaciones, sequías o –cuidado con esto– las dificultades en la agricultura que propiciarán hambrunas y escasez. La deforestación y la agroindustria que sigue contaminando serán también determinantes en esa dirección.

Pero seguimos igual. Aquí reinan juntos el cinismo y el negacionismo; la hipocresía y el greenwashing, que, como dice el profesor Turiel, es cinismo también, pero en verde. Se malicia Nacho que entre la incapacidad secular de la política y los gobiernos que la ejecutan para observar el mundo en perspectiva y trabajar con ello, y la confortable ceguera en que la mayoría de las sociedades, sobre todo en Occidente, nos hemos asentado desde hace décadas, este deterioro evidente y culpable de nuestro propio escenario vital terminará acabando con nosotros.

No seas fatalista, le dicen a Nacho sus amigos. No lo soy, solo observo y extraigo conclusiones. Pero los que andan como tú en ese pesimismo incurable son en realidad parte del freno a los cambios climáticos. Colapsista, le llaman. A él no le paraliza el temor ni la certeza de lo perdido. Ya hemos cruzado media docena de los veintitantos puntos de inflexión o no retorno que dejaron dibujados hace años los científicos, y eso está produciendo ya deterioros irreversibles. Pero no por eso hay que dejar de denunciar y operar.

Es una cuestión de supervivencia. Y a corto plazo de Salud: no la hay si no es completa, no existe una salud humana sin salud ambiental y también salud animal. Comemos de la tierra y el mar, bebemos de las montañas y los ríos, convivimos, trabajamos y nos servimos de animales que también entran en nuestra dieta. No hay fronteras ni para la contaminación ni para los desastres naturales. No hay un primero un tercero o un cuarto mundo. No hay un plan B. Pero nada de esto le parece a Nacho que esté presente aquí y ahora. Ni en la gran política global ni en la pequeña de supervivencia local o nacional.

Son malos tiempos para la inteligencia y el desarrollo, para la solvencia moral y para el compromiso. La élite política nacional, como la global, parecen desprovistas de las inteligencias necesarias para solventar los problemas de presente y futuro con rigor y eficacia. Va a haber que confiar el porvenir a la inteligencia artificial que tanto tememos y tanto promete. O quizá no. Porque como nos descuidemos, esta élite insolvente y plana va a ser la que siga gestionando su educación con la misma escandalosa insolvencia y el mismo abominable egoísmo.