Las correcciones
Israel aprieta el botón del pánico
Los ataques en serie es la mayor falla de seguridad de Hizbulá desde su fundación
Hizbulá dio la orden a sus milicianos de abandonar los teléfonos inteligentes y recuperar los aparatos analógicos que operan en redes cerradas y son, supuestamente, más seguros ante un sabotaje. Este martes, mientras miles de miembros de Hizbulá realizaban sus actividades cotidianas, explotaron sus dispositivos de mensajería y localización, los antiguos «bípers» o «buscas». Muchos se han quedado mancos o tuertos. Las víctimas cogieron con las manos sus aparatos y algunos se los acercaron a la cara antes de la detonación a distancia. Entre ellos, el embajador de Irán en Líbano, Mojtaba Amani. El miércoles se produjeron más explosiones, al ser atacado un lote de «walkie-talkies» de Hizbulá. Cundió aún más el pánico y los miembros de la organización chií pedían a todo el mundo que tirasen sus teléfonos móviles aterrorizados ante la posibilidad de que se convirtiesen en mini bombas explosivas. Más de 30 personas, entre ellos dos niños, han muerto como consecuencia de estos ataques coordinados, la mayoría de las víctimas, sin embargo, son miembros de la milicia chií.
Israel no ha confirmado su autoría, nunca lo hace, pero se atribuye ampliamente al Mosad. El ministro de Defensa israelí, Yoav Galant, reconoció el miércoles que se estaba «en el comienzo de una nueva fase de la guerra». Los ataques en serie han asestado un golpe humillante a la milicia respaldada por Irán, al apuntar al corazón de su red de comunicaciones. Es la mayor falla de seguridad de Hizbulá desde su fundación. Israel ha puesto de relieve su destreza en materia de inteligencia y su capacidad para atacar a su enemigo en cualquier lugar y en cualquier momento. La espectacularidad de la operación podría considerarse un intento de las fuerzas militares y de inteligencia de Israel de reparar su reputación, hecha añicos tras los atentados de Hamás del 7 de octubre, pero la herida es tan grande que se necesitará más tiempo para que cicatrice.
Israel e Hizbulá están inmersos en una guerra de desgaste desde el pasado 8 de octubre, cuando la organización chií empezó a disparar cohetes al norte de Israel en supuesta solidaridad con Hamás. Los ataques coordinados son un nuevo episodio de este conflicto que hasta ahora se ha limitado en gran medida a la región fronteriza. Con esta superioridad tecnológica, Israel trata de disuadir a sus enemigos chiíes sobre su estrategia en la frontera. Hizbulá tomará represalias por estas acciones, pero no se sabe en qué forma. Hasta ahora siempre ha mantenido que no quiere un conflicto abierto con Israel. La situación del Líbano es demasiado frágil como para soportar una guerra cruenta. Pese a ello, no ha dejado de tirar misiles contra el territorio israelí. Una extraña manera de desescalar el conflicto. Israel tampoco está interesado en un conflicto directo (otra cosa es Netanyahu). Hizbulá, uno de los actores no estatales más armados del mundo, es un enemigo mucho más temible que Hamás. Las intervenciones anteriores en el sur del Líbano no han sido una historia de éxito para Israel. Existe una salida política a la crisis de Oriente Medio y pasa por la liberación de los 100 rehenes que siguen retenidos en Gaza. Una vez liberados, Netanyahu se quedaría sin argumentos para extender el conflicto a Líbano y se evitaría el abismo de una gran guerra regional que no beneficia a nadie.
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