
Letras líquidas
Italianos, alemanes y españoles
Pese a los parecidos entre los postulados generales de los grandes partidos, se ha establecido un muro que hace más sencillos los pactos entre los desiguales, o los muy desiguales, que entre aquellos que comparten cuestiones esenciales
Los estilos políticos podrían clasificarse en Europa por naciones. Características, maneras y peculiaridades propias que sirven para definir formas de gestionar lo público y que con solo una palabra permiten captar la esencia de lo que se quiere decir. Si apuntamos que la política española se ha italianizado, todos entendemos a qué nos referimos. Hubo un tiempo, no hace tanto, en el que esa letanía comparativa se repetía sin parar. Probablemente el paso de los 296 diputados que en 2011 sumaban PSOE-PP en el Congreso a los 189 de abril de 2019 tuvo algo que ver: aquella atomización parlamentaria desbarató décadas de tradición turnista, tan nuestra, unos y otros cediéndose acompasadamente el momento de poder, y al demoler el histórico bipartidismo lo obligó a reinventarse.
Quizá mirando a los vecinos transalpinos, a su naturalidad para convivir con el caos sin que las torsiones ideológicas llegaran a descoyuntarlos, parecía tarea sencilla. Pero, puede que por aquello tan González de la Italia sin italianos, los resultados patrios no alcanzaron la creatividad deseada, sino que, a veces, se han instalado en una poco favorecedora tendencia a la amenaza o a la extorsión. Siguiendo el mapa político de Europa, un poco más arriba de Italia se sitúa Alemania, y el sinónimo de gestión a la alemana pasa por un modo de resolver los asuntos que aquí, en la zona más meridional, nos resulta algo exótico. Allí suele aplicarse la «GroKo» o lo que es lo mismo la gran coalición, los dos grandes partidos, socialdemócratas y conservadores, y que representan a la mayoría de los alemanes, aparcan sus diferencias, ponen el acento en sus similitudes y pactan en momentos especialmente delicados. Como el actual, hasta el extremo de que, además de unirse para formar gobierno, han superado el tabú histórico del rearme y asumen las complejidades del primer cuarto del siglo XXI.
En España, en cambio, tenemos otro estilo, uno peculiar, quizá antítesis de este último, y que parece obstinarse en subrayar disparidades. Pese a los parecidos entre los postulados generales de los grandes partidos, se ha establecido un muro que hace más sencillos los pactos entre los desiguales, o los muy desiguales, que entre aquellos que comparten cuestiones esenciales. Solo en el marco de esta paradoja se entiende que el PSOE vaya a aprobar en solitario el aumento del gasto en defensa contra sus socios de gobierno y sus aliados de legislatura, esquivando el consenso que sí existe con el PP en esta materia. Extravagancias de algunos. O la política a la española.
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