El canto del cuco

Entre Koldo y Puigdemont

Dure lo que dure su permanencia en La Moncloa, será difícil evitar que la figura de Sánchez aparezca fotografiada para la posteridad entre Koldo y Puigdemont

Los últimos sucesos políticos –el sonado fracaso del PSOE en Galicia, la corrupción de las mascarillas, los interminables problemas con los separatistas catalanes para cerrar el acuerdo sobre la amnistía…– han generado serias dudas sobre la duración de la legislatura. Para la oposición, a Sánchez se le acaba el tiempo, le quedan tres telediarios, dicen. Pero Sánchez ha declarado a los periodistas en el avión de Marruecos: «Tengo todo el tiempo del mundo». Y si él lo dice, sus razones tendrá. La incógnita sobre la persistencia del actual ciclo político se ha convertido en el asunto clave del momento. Nadie está seguro. Unos confían en el demostrado nivel de resistencia del dirigente socialista, mientras otros lo ven tocado de ala a punto de caer. Hay algo que no le favorece: la obsesión por la duración de su mandato. Eso indica inseguridad. Como escribe Juan Benet en «Volverás a Región», «el tiempo sólo asoma en la desdicha». A pesar de eso, Sánchez persiste en habilitar el tiempo como depositario de su esperanza «cuando es él –y solamente él– quien se encarga de defraudarla». Veremos.

La confluencia de malas noticias lo están sometiendo a pruebas de resistencia. A la pérdida de poder regional se une el aumento de la disidencia, aún soterrada, en las comunidades autónomas, cuyos dirigentes ven peligrar su futuro y el del partido con la temeraria política sanchista. Emiliano García-Page, el de La Mancha, se atrevió a levantar prudentemente la voz el domingo en este periódico, sin abandonar aún las lealtades de rigor, pero mostrando su disconformidad. No es el único. Lo de la amnistía sigue haciendo estragos en el electorado socialista, casi tanto como en la sociedad en general. Y el estallido del «caso Koldo», a falta de conocer todas sus ramificaciones en los Ministerios, está acentuando el desconcierto y la preocupación.

Hay unanimidad en que estamos ante un asunto que pinta mal. No se arregla con la renuncia de Ábalos al acta de diputado. Es condición necesaria, pero no suficiente. La crisis afecta también a Santos Cerdán, el hombre del aparato del partido, introductor del aguerrido «aizkolari socialista» y emisario en Waterloo. El hecho de la pertenencia de los tres –Koldo, Ábalos y Cerdán– por circunstancias de la vida al núcleo duro original de la «resurrección» política de Pedro Sánchez dificulta, como se está viendo, la salida de la crisis. Dure lo que dure su permanencia en La Moncloa, será difícil evitar que la figura de Sánchez aparezca fotografiada para la posteridad entre Koldo y Puigdemont. Dice Flaubert que el pasado encadena y el futuro tortura.