Letras líquidas

De legislaturas y patos

Lo recuerda Otegi «o se abre el debate plurinacional o la legislatura no aguanta» y ante semejantes presiones resulta tentador volver al «pato cojo»

Mirándonos en ese espejo que es (inevitablemente) la política estadounidense, no encontramos en nuestro organigrama un equivalente exacto para su «pato cojo». Esa expresión, de remoto origen bursátil, que apela a la peculiar situación del presidente que, todavía en activo y en el ejercicio de su cargo, ya sabe que no volverá a ser reelegido, no puede extrapolarse al inquilino de La Moncloa. En España no existe un límite legal de mandatos. Carecemos, por tanto, de certezas sobre el final de cualquier ciclo, así que hemos aprendido a sumar indicios que van perfilando finales. Y, ahora que estrenamos Ejecutivo y Legislativo, algunos se malician por los mentideros que el presidente recién investido, en realidad, ya está de salida. Sea un diagnóstico acertado o no (que solo el tiempo podrá determinar), lo seguro es que la legislatura empieza extraña, densa, como revirada, pero a la espera, aún, de perfilar su verdadero carácter.

Marcados por crisis económicas, sociales, por la incorporación de nuevas formaciones y estilos, por diversas guerras o por una pandemia, los periodos políticos de cuatro años (en teoría) van desarrollando su personalidad propia y distinguiéndose unos de otros. Éste, el XV posdemocracia, apunta hacia lo territorial, hacia esa eterna incertidumbre en la que se manejan algunos sobre lo que sea España y cómo deba organizarse. El complejo y delicado reparto de competencias, las tensiones entre regiones y los agravios acumulados por años vuelven a ocupar la conversación pública y se duplican en frentes simultáneos: no solo con Cataluña y los verificadores internacionales sino también con las exigencias vascas avivadas en los pactos preinvestidura. Ya lo recuerda Otegi «o se abre el debate plurinacional o la legislatura no aguanta» y ante semejantes presiones resulta tentador volver al «pato cojo», que puede no hacer nada o hacerlo todo en su mandato. Y no se sabe qué es menos tranquilizador.