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Mágicas
Hoy el lenguaje piadoso, ampuloso, curil, adornando objetivos «sociales», es la mejor tapadera para ocultar la vieja y zafia voluntad de lucro de siempre
Gracias al lenguaje, se cometen impunemente fechorías. Las palabras son armas poderosas de destrucción masiva, grandes «conseguidoras». Verbigracia, nadie se atrevería a pedir subvenciones a la autoridad, palmariamente, sin la evidente superioridad moral lingüística de unos «objetivos» bendecidos que permitan acceder a jugosas subvenciones. Ejemplo: «Conocedores de la iniciativa de Fulánez&Co., coincidente con lo promovido por el Fondo Social Europeo, subvencionamos este proyecto que persigue detectar, formar e incorporar al mercado digital a jóvenes desempleados». Lenguaje milagroso, conceptos maravillosos, blanqueadores palmarios de la codicia: «jóvenes desempleados», «mercado digital», «formar», etc. Al poner por delante palabras –no siempre causas reales– escudadas en la «justicia social», éstas, por sí mismas, impedirán que sean tomadas como pelotazos. A los propósitos «sociales, altruistas» nadie puede tacharlos de corrupción, creen algunos, de forma temeraria. Lo cual indica, además de otras obviedades, un grave desconocimiento de lo que representan un contrato mercantil, una firma por escrito, un intercambio monetario entre la Administración y los particulares, especialmente si son empresarios (mal considerados en ciertos ambientes políticos), etc.
Que las buenas palabras progresistas protegen del delito solo puede creerlo quien no está habituado a respetar la despiadada normativa vigente. Los «jóvenes desempleados» (que no ven ni céntimo de estas millonarias operaciones) serán un excelente «motivo social» para afanar (dado el «afán» notorio) subvenciones, pero ante un tribunal puede que no basten para excusar un trinque delictivo. Más palabras mágicas pomposas: «relanzamiento de la economía tras el Covid» (de la economía de unos cuantos listos), «creación de empresas en sostenibilidad», «recuperación de la España vacía», etc. Es evidente que, si tú esgrimes esos conceptos como objetivos, la subvención está más cerca. Mientras que si los términos fuesen: «dispondremos de las arcas públicas para favorecer a amiguetes, y a mi menda», cualquiera se taparía un poco «los palmarios» (como diría el P**o Amo) antes de echar la solicitud, ¡no se puede ser tan palmario!… Resumiendo: hoy el lenguaje piadoso, ampuloso, curil, adornando objetivos «sociales», es la mejor tapadera para ocultar la vieja y zafia voluntad de lucro de siempre.
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