Opinión

Los mercenarios

El auto del TC lía más las negociaciones para formar gobierno

Bertrand du Guesclin lo ha vuelto a hacer. El mercenario francés estaba al servicio de Enrique de Trastámara en la guerra civil castellana que lidiaba con su hermano Pedro el Cruel, para unos, y Pedro el Justo, para otros. La guerra era un empate técnico. Ni uno ni otro se imponía, pero en Motiel la cosa se puso fea para Pedro I, que tuvo que refugiarse en el castillo. Engañado por Du Guesclin, el Rey escapó del castillo y acabó en la tienda de su hermano. De los insultos pasaron a las manos y cuando Enrique cayó y Pedro estaba a punto de matarlo, el bueno de Du Guesclin desestabilizó al Rey y su hermano bastardo aprovechó para apuñalarlo. «Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi señor», dijo el mercenario galo. Hizo lo que hizo en función de sus intereses favoreciendo a quién le pagaba.

El martes, dos modernos Bertrand du Guesclin, César Tolosa y Concepción Espejel, se convirtieron en los mercenarios necesarios para liar, más si cabe, las negociaciones para formar gobierno. Un Ejecutivo de Pedro Sánchez que no debe gustar a los magistrados conservadores que pusieron su granito de arena en favor de Alberto Núñez Feijóo.

Las razones de su sentencia son una vergüenza jurídica. Y aprovechar las vacaciones del Constitucional, bien desacreditado desde hace años y donde ahora no tienen mayoría los conservadores, para no aceptar el recurso de Carles Puigdemont y Toni Comín para ser debatido en el pleno, un insulto a la inteligencia. Pero los mercenarios se movieron entre bambalinas y su sentencia coincidió en el tiempo con el paso adelante del candidato popular. Ya saben lo que pienso. En política las coincidencias no existen.

Algunos se han atrincherado en la Justicia española y la usan en su propio favor. Sin ningún rubor. La consideran una finca de su propiedad que se gobierna en función de sus propios intereses. Y la ponen al servicio de una opción política que no ha salido a la palestra para decir ni mu. El señor Tolosa y la señora Espejel se han saltado la doctrina del Constitucional, que pasaba por aceptar los recursos y, una vez analizados por el pleno, dictar sentencia. Hacerlo en vacaciones suena a nocturnidad y alevosía.

La Fiscalía movió pieza de forma inmediata y se espera que el Tribunal –la semana que viene tiene mayoría progresista– revierta la aberración. La cosa cayó como jarro de agua fría en el Gobierno y en los posibles socios de investidura. Excepto Murcia, el mapa autonómico está embastado con un Gobierno progresista en Navarra y un Ejecutivo «centrado» en Aragón. Todavía no he podido dilucidar si la definición de «centrado» era una ironía del ya presidente Jorge Azcón, o de verdad se cree lo de centrado. Murcia está en la UCI, pero el PP se siente seguro. Ante una repetición electoral todo irá como miel sobre hojuelas.

Sorprende que los partidos afectados, Junts, PSOE, Sumar, ERC, fueron comedidos en sus reacciones. Quizá porque, para desgracia de Tolosa y Espejel, las negociaciones van en la dirección correcta para controlar la Mesa del Congreso primero y formar gobierno después. Quizás, porque el independentismo después de años de repetir su mantra preferido –PP y PSOE son lo mismo– ha descubierto que no. Que no es lo mismo un Gobierno de Sánchez que uno de Feijóo. Que no es lo mismo un Constitucional progresista que conservador. Quizá, de nuevo, el expresidente catalán esté más sensible por los reveses judiciales europeos. Ante este escenario, Puigdemont podría imitar a Du Guesclin en versión de Miguel de Cervantes. Sancho dormía y Don Quijote decidió darle los tres mil y un azotes necesarios para desencantar a Dulcinea. Sancho despertó y se lanzó contra su señor. Don Quijote se lo recriminó. Sancho le contestó: «Ni quito ni pongo Rey, sino ayúdome a mí, que soy mi señor». Pues eso.