Insensateces

Mientras puedas

No estamos obligados a atarnos a la pata de la cama de nuestros padres, solo que a veces no tenemos otra opción

De un tiempo a esta parte, pienso mucho en la gente de más o menos mi edad con padres mayores. Todo el mundo te dice «disfrútalos mientras puedas» y se alegran de que aún festejes el Día de la Madre o del Padre, o su aniversario de boda, o cada uno de sus cumpleaños con ellos en vida. El otro día pude conversar con Máximo Huerta, el que fuera Ministro de Cultura de Pedro Sánchez durante una semana. Lo que menos me interesa de Máximo es ese detalle, que supo solventar con aplomo y con dignidad. Omitimos lo que hizo Sánchez cuando fue a contarle que se iba por respeto al público infantil. Máximo Huerta se ha marchado a vivir a Buñol para estar con su madre. De paso ha abierto una librería en honor a su perra, Doña Leo, primera persona del presente del verbo leer. Pero se ha ido a vivir con su madre y eso me parece admirable, como todas aquellas personas que se sacrifican. Porque es un sacrificio. No es una obligación, por cierto.

No estamos obligados a atarnos a la pata de la cama de nuestros padres, solo que a veces no tenemos otra opción. Da igual si la gente continúa pensando que los hijos deben aparcar sus vidas para dedicarlas a sus padres que, a estas alturas, ya sufren de varias patologías vasculares y neurológicas que les hacen dependientes. No están obligados a aparcarlas, excepto si no les queda más cojones por falta de dinero. Si no tienes pasta, es lo que hay. La Ley de Dependencia es muy bonita en su esencia pero, cuando bajas a la letra pequeña, es menos agradable. Además de que las cantidades están por debajo del Bono Cultural Joven en la mayoría de los casos (que esa es otra), el tiempo de espera, los informes médicos, los especialistas, los requetecontra informes, esos meses que se toman para comprobar en todos esos requetecontra informes si tu padre o tu madre está echo mierda o fosfatina, todo eso es insufrible. Así que, el que más y el que menos, invierte su tiempo, su sueldo y su paciencia sintiéndose a la vez como una excrecencia. Para todos esos cuidadores mi cariño. Porque de ellos es el reino de los psicólogos.