Apuntes
Ministra, calumnia que algo queda...
Nadie está libre de que le cuelen una falsedad, mucho más si viene del equipo de propaganda de La Moncloa
Debería ponernos los pelos de punta que unos tipos que tienen en sus manos el BOE se dediquen los fines de semana a dar mítines políticos, esos actos en los que se promete el oro y el moro a los propios y se desean las penas del infierno a todos los demás, gentes señaladas como inmorales, egoístas y malos patriotas. También, claro, que en un sanchismo tan temprano como el de 2021, un honrado capitán de la Guardia Civil considerara, siquiera como broma, la posibilidad de que fuera un sicario venezolano enviado por el Gobierno el que le colocara una bomba-lapa en los bajos del coche. Parece que el oficial de la Benemérita, hoy en labores de Seguridad para la Comunidad de Madrid, ya intuía algo preocupante detrás del discurso del gobierno bonito y otras zarandajas de la propaganda monclovita.
Y en ese aspecto, para un periodista no deja ser un gozo cada vez que se cumple el aforismo de que «la realidad siempre supera la ficción», porque lo de este fin de semana con el equipo de tifosis de Sánchez, y algún añadido, lanzándose a la piscina agarrados a un bulo de lo más mendaz, un bulo de preescolar, no tiene precio. Lo mejor, sin duda, es la circunspección y la solemnidad impostada para denunciar la supuesta incitación a la violencia terrorista contra el presidente Sánchez, seguida de la firme exigencia de condena, cuando no de responsabilidades, a la oposición y, por supuesto, a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, a la que la ministra Mónica García retrataba como si la hubiera sorprendido con las manos en la masa de la goma-2.
A ver, señores ministros, que nosotros sepamos fue a Aznar al que quisieron matar con un coche bomba –y casi lo consiguen– y fue a Mariano Rajoy al que pegaron en la calle. No digo yo que Sánchez no corriera algún riesgo físico en Paiporta, pero como salió corriendo, pues no pudimos comprobarlo. No es cuestión de ponerse antipáticos, pero en España, los magnicidios, desde Cánovas a Carrero, porque lo de Prim nunca fue aclarado, han sido obra de revolucionarios de izquierdas, mayormente anarquistas, si incluimos en la lista el fallido atentado contra Alfonso XIII el día de su boda, y excluimos el de Calvo Sotelo, que no era jefe de gobierno, y que hay que atribuírselo a los socialistas.
Por lo demás, sólo los medios de comunicación que habían metido la pata y se habían comido con patatas la manipulación de la grabaciones al capitán de la Guardia Civil reaccionaron y se disculparon con celeridad. No hay que ser muy duro con ellos, porque en este mundo enloquecido de internet la aduana periodística tiene más agujeros que las costas canarias, y nadie está libre de que le cuelen una falsedad, más si viene desde el equipo de propaganda de un Gobierno que tiene como portavoz oficial a Pilar Alegría, de grupi a María Jesús Montero y de perro pastor del rebaño al ministro de lo digital Óscar López –lo de Mónica García y Óscar Puente es vicio insuperable, no cuentan–, y con apariciones estelares como la del ministro Marlaska dando pábulo desde la autoridad de su puesto al infundio de que lo de Paiporta había sido una operación planificada, organizada y ejecutada por la ultraderecha, mentira que fue desmontada en horas por la Guardia Civil, sí, esa que tiene una cosa llamada UCO. Por supuesto, los ministros se han hecho el sueco y van reelaborando el discurso contra Ayuso y la Benemérita puesto que, como dice el terrible aserto, amargo fruto de la experiencia, «calumnia que algo queda».