Cuaderno de notas

Morir en Magariños

La nueva política se ha hecho vieja. Creían que a nadie le iba a importar. Pasaron de la gente, a su gente. De la barricada al escaño. De rodear el Congreso a atrincherarse dentro

Apuntaron un partido nuevo en el registro, los de Podemos, como diciendo. Se llamaba Juntas sí se puede, también como diciendo. Sumar es una matrioska, pues hablamos de un partido con muchos partidos dentro. La línea de fuga de la izquierda del PSOE es un lugar en el que termina habiendo más partidos que votantes. Aseguran en Podemos que registraron el partido por error un poco como cuando firmas el mensaje de whatsapp a una compañera con «Un saludo» y el corrector te escribe «Un salido».

En realidad, en Podemos tenían Razón. Yolanda solo quería de Podemos sus votantes, pero a la izquierda le salen más partidos que pisos a la exdirectora de la Guardia Civil. A María Gámez, los guardias de Cádiz la llaman el «aloe Vera» porque dicen que cada día le encuentran nuevas propiedades.

Pobre partido de Juntas sí se puede, que inscribieron por error. Lloro pesaroso por las esquinas del cementerio de nombres de los partidos inscritos por error, elefantes sin trompa, almas muertas de salida, sin papeleta, apoderado, candidato ni interventor.

Yo quería escribir sobre la democracia directa que nos trajiste, hermana con lo de les niñes y les gallines, y solo me salen partidos a los que les ponen el nombre un poco a lo Panenka, casi con ese impulso como de bautizar una peña de las fiestas de Soria, que por cierto este año caen tarde, a saber: el Desbarajuste, el Cuadro, Los que faltaban, Poca Pena, por qué no Ionelandia, Pudimos, «Liberté Egalité, Chalé», P’arriba y p’abajo, A lo loco, Cucutrás, Put your head on my shoulder o Mirando pa Rota, yo les votaría.

También he apuntado el réquiem por el final de Podemos un poco como el final del verano –llegó y tu partirás–. Este partido siempre tuvo un punto de pandilla, paseo en bici, de verbena, y siete u ocho pares de cuernos, por qué no decirlo. Al final, Ione dejó que sacrificaran a Irene Montero como en una matanza pasivo-agresiva. Yolanda exigió la cabeza de su compañera e Ione aceptó. Venían a enseñarnos cómo cuidar, cómo querer, cómo amar y toda esa cosa de la sororidad.

Del partido que iba a conducirse sin trampa, sin velos, se puede explicar la historia por el rastro de ropa por el suelo. Es una metáfora, claro. Luis Miguel Fuentes, que es el que hace las mejores metáforas de España, dice que para arreglar lo de Sumar, Podemos llamó a sus bases y no sabía ni dónde estaban, un poco como cuando necesitas el manual de instrucciones de la lavadora.

Me acuerdo de cuando aparecían en las fotos de un reportaje en aquel piso de Lavapiés o era en otro barrio, ya no sé; se servía el azúcar en el paquete del azúcar, veían el partido de fútbol, se pasaban la bolsa de patatas, después vinieron la mucama del Ministerio, los zapatos de tacón y el Chalé en la Navata. Aprendieron a cabalgar contradicciones y la altura a la que conviene cortar el césped del jardín, muy importante para que espese y no crezca a lo alto.

La nueva política se ha hecho vieja de repente. Creían que a nadie le iba a importar. Pasaron de la gente, a su gente. De la barricada al escaño. De rodear el Congreso a atrincherarse dentro. De la acera de Vallecas a Nueva York, ¿sabes?, en la Quinta Avenida no se está tan mal. De asaltar los cielos, al coche oficial. De la coleta al flequillo. Nacieron en Caracas, murieron en Magariños.