Canela fina

El móvil de Pedro Sánchez

«La opinión de la Eurocámara exige conocer el contenido de las conversaciones espiadas en el teléfono de Sánchez, probablemente por Marruecos»

No se trata de especulaciones ni de envidias ni de chismes. La Eurocámara ha señalado a Marruecos como «posible responsable» del espionaje al teléfono móvil del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez. Nada nuevo bajo el sol. Las naciones se han espiado siempre unas a otras; los Gobiernos han hecho lo mismo; los grandes personajes también han participado en una práctica éticamente reprobable, pero que forma parte del tenebroso tejido de la acción política y comercial.

El problema en este caso no es que Marruecos haya espiado el teléfono de Pedro Sánchez. El problema consiste en el resultado del espionaje, con la sospecha, tal vez infundada, de que los agentes marroquíes hayan encontrado en las conversaciones presidenciales motivos para presionar al líder socialista haciéndole modificar posiciones hasta ese momento muy sólidas por lo que respecta al Sahara español y al reconocimiento del Frente Polisario.

«Los débiles –escribió Ramón y Cajal en Charlas de café– sucumben no por ser débiles, sino por ignorar que lo son». Tal vez se trata sólo de especulaciones, pero la posición de la Eurocámara deja lugar a pocas dudas. Pedro Sánchez se evadió de la protección presentada a los líderes del Polisario, modificó la política española en relación a la soberanía del Sahara, ofendió las resoluciones de la ONU y disparó el malestar incluso de sus propios partidarios. No quiero analizar los pros y los contras del giro de 180 grados con relación a la posición española sobre Marruecos y el Sahara. Pero sí considero que la actitud de la Eurocámara exige conocer el contenido de unas conversaciones que, según algunos, han supuesto el chantaje marroquí sobre las debilidades de Pedro Sánchez. La opinión española tiene derecho a informarse del fondo de esta insólita cuestión, al margen de esas verborreas políticas a las que Palacio Valdés calificó como «el arte de decir vulgaridades». Enrique Serbeto ha resumido certeramente las deliberaciones en la Eurocámara para exigir la imprescindible clarificación de lo ocurrido. No estaría de más que el presidente del Gobierno hiciera una declaración pública antes de que cualquiera publique lo que Marruecos averiguó en su deleznable acción de espionaje.