Canela fina

Muñeco de trapo

«Quiero dejar bien claro mi rechazo a la agresión y la violencia y mi defensa de la concordia y la conciliación»

Sí a denunciar al poder cuando el poder abusa. Sí a criticar al poder cuando el poder se equivoca. Sí a elogiar al poder cuando el poder acierta. Junto a la función sustancial del periodismo –administrar el derecho de la ciudadanía a la información– figura una segunda función también sustancial: ejercer el contrapoder.

No, desde mi punto de vista, al insulto. No a la vejación. No a la humillación. No a la agresión. No a la violencia. El respeto a los demás es el arco sobre el que se sustenta la estabilidad social. España padeció tres guerras civiles en el siglo XIX y otra más, ciertamente atroz, en el siglo XX. Tras la dictadura del general Franco, la Monarquía de todos, que defendió Don Juan III desde su exilio en Estoril, significaba la concordia y la conciliación entre los españoles. Bien aconsejado por Torcuato Fernández-Miranda, Don Juan Carlos I, con el apoyo abrumador del pueblo español, estableció la Monarquía parlamentaria que defendió su padre frente a la dictadura franquista. Con la Constitución de 1978 concluyó la España a garrotazos del cuadro célebre de Goya.

La Transición comenzó a fragilizarse durante la gestión Zapatero y se ha extinguido con Pedro Sánchez. Las dos Españas han renacido y con ellas los garrotazos y los despropósitos, si bien todavía somos muchos los que creemos en la moderación, el respeto a las opiniones contrarias, el esfuerzo porque se restablezca la concordia y la conciliación.

El artículo 20 de la Constitución consagra la libertad de expresión como el cimiento de la democracia pluralista plena. Corresponde a la voluntad general libremente expresada establecer también los perfiles de la ley. En el artículo 20 de la Constitución, punto 4, se especifica como límite a la libertad de expresión «el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia». A los jueces independientes corresponde en el Estado de Derecho la decisión final sobre quien infrinja la ley. Pero al margen del control judicial, el periodismo serio, el periodismo responsable, tiene la obligación de rechazar el insulto, la agresión, la violencia, el apaleamiento de muñecos simbólicos cuando no la guillotina y la violencia extrema. Y desde este rincón de La Razón quiero dejar bien claro mi rechazo a la agresión y mi defensa de la concordia y la conciliación.

Luis María Anson,de la Real Academia Española.