
Editorial
Nadie se librará de la recesión en ciernes
En España, el Gobierno y el PP buscan una respuesta conjunta contra los aranceles con Núñez Feijóo todo lo precavido que Sánchez merece y sin cheques en blanco, que es lo prudente
Trump se anotó otra jornada nefasta en las bolsas del mundo en uno de esos lunes negros que nos anticipan que lo peor está por llegar si Washington no vira 180 grados en su rumbo de colisión. El hundimiento de los mercados era previsible, aunque inquietara más que sorprendiera su intensidad con reveses históricos, incluido el parqué español. La lectura y el análisis resultan relativamente sencillos y se reducen a que la Casa Blanca ha asustado a los inversores y ha causado una crisis financiera. El presente es alarmante, pero el futuro apunta a temible, porque a día de hoy es imprevisible saber la duración y la magnitud, lo que alienta la inseguridad y la incertidumbre que catalizan como pocos factores el pánico y la desaceleración. La mano que mece esta debacle, el hombre más poderoso del mundo, no está cerca de replantearse su puñetazo en el tablero geopolítico mientras el mundo se angustia y millones de norteamericanos padecen también la volatilización de ahorros e inversiones. Una mayoría social relevante del gran país tiene dinero invertido en esa bolsa que zozobra. Los mensajes del presidente celebran el caos como «la cura para la enfermedad» de los agravios y las injusticias comerciales que, según su relato, padece Estados Unidos. Veremos si la Casa Blanca se mantiene imperturbable ante las presiones que llegarán desde todos los rincones del país, incluidas, obviamente, las grandes tecnológicas, si bien sus redobladas coacciones a la Reserva Federal para que rebaje los tipos y las renovadas amenazas a China dan la medida de que está convencido de lo que hace contra toda evidencia, incluido el pánico de sus votantes. El guion en curso es el de una recesión de manual. Los mercados la descuentan y los bancos estadounidenses rebajan sus previsiones de crecimiento mientras disparan el riesgo de contracción. Los precios del oro, valor refugio, y el petróleo, además del «índice del miedo», que mide la volatilidad, abonan la teoría del estremecimiento. Europa, de momento, parece haber apostado por la política de pies de plomo, cautela y contención con la singular oferta de aranceles «cero por cero» sobre los flujos de bienes industriales, que ya se puso en encima de la mesa con poco éxito, y el superfluo aviso de que obviamente está dispuesta a desplegar «todas las herramientas» para protegerse. En España, el Gobierno y el PP buscan una respuesta conjunta contra los aranceles con Núñez Feijóo todo lo precavido que Sánchez merece y sin cheques en blanco, que es lo prudente. Habrá que mejorar mucho el plan de Moncloa. A este lado del Atlántico parecen contemplativos en exceso, como si no quisieran enterarse de que la recesión no hará distingos. Resuenan ecos del covid: serán dos o tres casos y estamos preparados. Nadie habla de liberalizar la economía y desregular. Otro proteccionismo crece ladinamente en esta orilla.
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