El buen salvaje

Nadie sabe nada

En cuestiones espinosas, nos ponemos del lado de la ideología que creemos nos representa, aunque se caigan en rotundas contradicciones, como que un colectivo LGTBI de izquierdas defienda el régimen de los ayatolás

Apenas unos pocos saben lo que de verdad sucede entre los muros y los túneles de Palestina, entre los que este escribidor se incluye. Algunas lecciones aprendidas por la fuerza de la profesión no nos hace un cum laude. Me pregunto, entonces, por qué todo el mundo sostiene no solo una opinión, normalmente fundada en tres estupideces que algunos han repetido en miles de ocasiones, sino que se hace «hooligan» de uno de los bandos y, en especial, al estilo Yolanda Díaz, o el propio presidente del Gobierno, de los que viven en Gaza. Estar de ese lado les proporciona el cuajo de estar con los «desfavorecidos». Lo dicen con la misma frescura con la que ansían prohibir el hambre. Prohíbase, y cae maná del cielo.

En cuestiones espinosas, nos ponemos del lado de la ideología que creemos nos representa, aunque se caigan en rotundas contradicciones, como que un colectivo LGTBI de izquierdas defienda el régimen de los ayatolás, el mismo que colgaría a uno de sus miembros de una grúa en público por yacer con alguien del sexo opuesto. Entre lo malo y lo peor se acaba eligiendo esto último. Piensan, tal vez, que así lucen guapas las conciencias, pero, al cabo, acaban como las yeguas en la feria de Sevilla, un infarto desprevenido, un golpe de calor entre tanta belleza, o como la «influencer» rusa que cayó al vacío cuando intentaba hacerse un «selfie» en un acantilado. Los dioses la tengan en su gloria, pero hay que ser tonta. La yegua, por lo menos, va obligada, lo mismo que la izquierda más ciega, pero ¿y los demás?

Las cuestiones lejanas tienen además el poder de envalentonar a la gente porque no hablamos de asuntos incómodos como el ascenso del Bildu y la desmemoria de ETA, de la subida de la vivienda o de la violencia vicaria, esos asuntos que el Gobierno ha impulsado o mantenido lejos como un cáliz que ahora no tocaba o no convenía tomar. El propio Sánchez ha hecho de la política exterior, como en las tabernas, un agujero interno donde esconderse. Nadie sabe nada. Menos él.