Y volvieron cantando

Nos quedaría Europa... o no

Tensionados casi al límite los filamentos del Estado de derecho queda por responder el gran interrogante a propósito de qué puede hacer la sociedad civil

Hoy jueves Pedro Sánchez volverá a ser investido presidente del Gobierno de todos los españoles, con el apoyo de grupos políticos que paradójicamente le exigen como principal condición la de NO gobernar para todos los españoles. La votación parlamentaria que minuciosamente ha ido tejiendo el PSOE durante tres meses, no solo con Sumar y las formaciones soberanistas sino con un entregado elenco de opinadores mediáticos bien sincronizados y en algunos momentos algo desorientados a la hora de cuadrar argumentarios, va a dar con una legislatura que no será corta a mayor gloria de Sánchez, ni indolora para la generalidad de los españoles. Tensionados casi al límite los filamentos del Estado de derecho queda por responder el gran interrogante a propósito de qué puede hacer la sociedad civil dentro de los límites de la legalidad, para evitar que el deterioro institucional siga creciendo en línea con las expectativas de un separatismo que ve su gran oportunidad en los compromisos asumidos por el PSOE durante las idas y venidas a los cuarteles generales de Puigdemont, de Junqueras, de Otegui y de Ortuzar.

Esa respuesta solo pasa por tres vías nada menores, una es la movilización en la calle desde la legalidad y el rechazo a cualquier manifestación de violencia, a la que se suma el interminable elenco de protestas contra la amnistía desde muchas asociaciones de profesionales al servicio del Estado; otra, es la acción de los jueces –todavía nos quedan las togas honradas– que desde la defensa estricta de la legalidad tratarán de salvaguardar una división de poderes hoy más amenazada que nunca por eso que pretende venderse como «despolitización de la justicia», la judicatura sabe perfectamente lo que hay y hasta dónde hemos llegado, pero las llaves de la moto no las entregará a las primeras de cambio sin haber dado una legítima batalla. Finalmente, nos queda Europa, ya saben, ese poder de Bruselas tan inflexible para que nuestro banco nos lea las obligaciones «verdes» a la hora de invertir unos ahorrillos, pero a veces mirando y silbando para arriba cuando se trata de señalar a socios que se van por la tangente de los principios fundacionales de la unión, esa Europa beligerante con las derechas polaca y húngara, pero tal vez desconocedora de que la amenaza bolivariana no está solo a nueve mil kilómetros de distancia. Ésa es la Europa que habrá de retratarse.