Los puntos sobre las íes

El nuevo feminismo es llevar velo y respetar la sharía

El feminismo 3.0 pasa por obligar a las mujeres a transigir con la poligamia, a llevar velo y a olvidarse de bailar y viajar

Una de las cosas que más me ha llamado la atención en los últimos días es el énfasis que ponen presuntas feministas como Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero en defender a Hamás tras asesinar a 1.400 civiles israelíes y secuestrar a otros 200 ese día para la infamia que fue el 7-O. Entre ellos, un sinfín de mujeres que o bien fueron violadas o asesinadas después de ser vilmente forzadas. Por muchos paños calientes que pongan para intentar justificar lo injustificable, constituyen imperdonables crímenes de lesa humanidad, atrocidades que no contemplábamos desde tiempos de los islamofascistas del Isis. Salvajadas que fueron grabadas por los terroristas en una suerte de orgía satánica que desde Podemos, Sumar y algún sector del PSOE se intentan banalizar. Lo peor de todo es que Hamás es una chusma que ha establecido la sharía en los 45 kilómetros cuadrados de extensión de Gaza. Una ley islámica que se compadece entre cero y nada con las libertades más elementales del ser humano, es la antítesis de la democracia y representa la más inmisericorde aniquilación de esos derechos de la mujer que tanto ha costado conseguir. En la franja es impensable cruzarte con una mujer sin hijab, niqab, chador o burka. Tirar a la basura el velo es sinónimo de agresión de un varón o de esos repugnantes policías de la moral que son moneda de uso corriente en el barbaresco universo musulmán. En los dominios de Hamás una fémina tampoco puede viajar sin permiso del padre o el marido, tiene prohibido montar en moto, bailar está igualmente proscrito y hacer deporte es un ejercicio de riesgo que le puede costar la vida. La dictadura terrorista gazatí ha fomentado la poligamia hasta tal punto que hoy día supone más la regla que la excepción. A los maridos, padres o hermanos de una mujer se les denomina «guardianes masculinos». Todo muy igualitario, como ven. Nuestras lideresas socialcomunistas respaldan con uñas y dientes este regreso al medievo. No se crean que es algo de aquí ni de ahora. La hemeroteca nos recuerda que Irene Montero montó una campaña, con cargo a nuestros impuestos, naturalmente, para promover la contratación en España de mujeres con velo. Personas que son compelidas a cubrirse por sus testosterónicos familiares. Una iniciativa que, paradójicamente, coincidió en el tiempo con la bendita rebeldía colectiva de las iraníes que dijeron «¡basta ya!» al repulsivo hijab. Movimiento que, dicho sea de paso, costó la vida a Mahsa Amini, esa heroína de 24 años que murió apalizada en las mazmorras de ese régimen de los ayatolás que financió a un Pablo Iglesias partidario de azotar mujeres «hasta que sangren». No sé si Irene Montero vive sometida al heteropatriarcado coletudo, tal vez es que ella misma es compulsivamente machistoide, el caso es que en 2021 equiparó España con ¡¡¡Afganistán!!! al manifestar que «ambas son sociedades patriarcales». Olvidó que aquí no se lapida a las mujeres, no se les obliga a ocultarse tras un burka que debería estar perseguido penalmente y desde hace décadas pueden estudiar, trabajar y hacer lo que les venga en gana. La todavía ministra de Igualdad es entusiasta del símbolo de la sumisión de la mujer al hombre por antonomasia: el velo. La ceutí Fátima Hamed, socia de Sumar y conocida por enardecer a sus seguidores al grito de «¡Allahú Akbar!» – «Alá es grande»–, sostiene una surrealista teoría: «El velo es un símbolo de libertad». En fin, que el feminismo 3.0 pasa por obligar a las mujeres a transigir con la poligamia, a llevar velo y a olvidarse de bailar, viajar, hacer deporte y conducir. Vivir para ver.