La situación

La ortodoxia del partido

«Ábalos no marcha y se ignora si callará. Y esa es la parte que más suspense genera en esta especie de novela negra socialista»

El pasado lunes, Esther Peña, la portavoz de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE –o, por traducirlo al español, la portavoz de Pedro Sánchez– lanzó el ultimátum del partido a José Luis Ábalos. Esas cosas solía hacerlas el propio Ábalos, no hace tanto tiempo, cuando era el secretario de organización socialista, por decisión de Sánchez. Pero, además, Peña se mostró pretendidamente convencida de que Ábalos actuaría de acuerdo a la «ortodoxia del partido». Si también esto lo traducimos al español, entenderemos que se refiere a acatar, sin rechistar, las órdenes del aparato sanchista de Ferraz, ese artefacto que el propio Ábalos construyó para Pedro Sánchez. Ábalos fue, de hecho, uno de los arquitectos del sanchismo: de la ortodoxia del partido. Ahora, la ortodoxia erigida en su día por Ábalos se derrumba sobre su creador, como un edificio que colapsa. Pero en un colapso suele haber más de un afectado.

Ayer, el otrora todopoderoso Ábalos dio un zapatazo sobre la mesa del PSOE, ante esos compañeros a los que durante un tiempo trató con mano de hierro desde las alturas de su secretaría de organización y de su cartera ministerial, y que ahora lo sacan de la ecuación. Solo falta que se refieran a Ábalos como «esa persona de la que usted me habla». Si te he visto no me acuerdo. Marcha y calla. Pero Ábalos no marcha y se ignora si callará. Y esa es la parte que más suspense genera en esta especie de novela negra socialista. Porque se puede suponer que Ábalos, por las posiciones que ha ocupado y los puestos que ha detentado, está al tanto de secretos que, quién sabe, pudieran resultar incómodos y hasta letales para quien un día fue su amigo Pedro Sánchez, y hoy es su enemigo Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno no quiere que su mandato se ensucie con casos de corrupción, porque un caso de corrupción ajeno –el caso Gürtel– fue, precisamente, el que lo elevó al poder en 2018, mediante una moción de censura contra Rajoy. Ya sería curioso que un escándalo de esa naturaleza marcara la imagen de Pedro Sánchez.