Tribuna
Otros veraneos: Militares ucranianos con nosotros
Intento ponerme en la piel del joven ucraniano, no necesariamente imbuido de vocación militar, que un día decide luchar por la identidad y libertad de su patria
Reiniciamos hoy, la anual serie de testimonios sobre diferentes formas de veraneo de nuestros contingentes militares, normalmente destacados en misiones alejadas de España, en las que hoy sirven algo más de 3.200 efectivos.
Cuento siempre con el apoyo del Mando de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa, que esta vez, aconsejó priorizar la importante misión que se realiza en nuestro suelo, en Toledo, Castrillo del Val (Burgos), San Fernando, Zaragoza, San Clemente Sasebas, Pontevedra, Almería, Cartagena, El Copero (Sevilla) o Alcantarilla, formando contingentes ucranianos en muy diversas especialidades. Es la mejor aportación de España, integrada en las estructuras de la Unión Europea y de la OTAN, comprometida en la defensa de una Ucrania invadida por Rusia en febrero de 2022.
La activación de estas medidas de apoyo no fue inmediata dada la incertidumbre que acompañó a aquellos primeros tiempos de la «operación militar especial» diseñada por Putin, que ha demostrado una trágica y mal llevada especialidad. A finales de septiembre de 2022 –es decir, pasados seis meses– se creaba EUMAM UA (Misión de Asistencia Militar de la UE a las Fuerzas de Ucrania) cuya activación por dos años se materializó el 15 de noviembre con la finalidad de «proporcionar la formación de las FAS de Ucrania en territorio de la Unión Europea a través de las ofertas de sus estados miembros». España ocupa hoy el tercer lugar en este tipo de ayudas. La iniciativa se integró con las importantes aportaciones de los EE.UU., Reino Unido y Canadá.
El general Martínez Lozano, buen especialista en unidades de Montaña y de Operaciones Especiales, con experiencias en Kosovo y El Líbano, primer comandante del Centro de Coordinación de Toledo que se inició con cinco diferentes módulos apoyados en la Academia de Infantería que hoy alcanzan los 32 en toda España, señalaba recientemente (1) «que los niveles alcanzados han sido extraordinarios dada la motivación de los ucranianos, la dedicación de los instructores y la disponibilidad de recursos tales como simuladores, carburantes, munición y campos de maniobras, de los que no siempre disponen las unidades nacionales». Hoy, más de 1.500 de ellos han pasado por nuestras unidades en series flexibles de 350 a 400 efectivos en periodos de dos a cinco semanas de formación y convivencia. Canalizados por la Agregaduría de Defensa de Ucrania llegan vía Polonia a nuestras bases aéreas –Zaragoza, Morón, Torrejón– e incluso Barajas. Especial interés reviste la formación de servidores de sistemas de armas donados por España como los de los Leopard o los misiles Hawk.
Intento ponerme en la piel del joven ucraniano, no necesariamente imbuido de vocación militar, que un día decide luchar por la identidad y libertad de su patria. Otro día su Ejército lo manda a España para mejorar su formación como TEDAX, piloto de drones, zapador o francotirador. Y sin tener una cultura y una lengua común, se encuentra con unos monitores que le tienden la mano, que aportan buena experiencia, porque han aprendido –incluso de sus errores– en Bosnia, en Kosovo, en Irak, en Mali o en Afganistán, y que sienten como ellos la necesidad de ayudarles a ganar una guerra que se va alargando en el tiempo y que precisa preparar nuevos contingentes.
Como pienso en el reto y la responsabilidad que representa para sus instructores, que no deben ceñirse solo a dar conocimientos teóricos, sino que saben que sus enseñanzas pueden salvar vidas, salvaguardar a sectores de su población, contribuir a la victoria. (2) Entre ambos, buceando en un inglés más o menos común, con el universal método de los signos, buscan la máxima eficiencia y rentabilidad de las enseñanzas porque en muchos casos les va la vida. Imagino contactos posteriores a través de las redes: la tristeza de conocer bajas en combate; el saber que uno ha regresado mutilado para ser tratado en el Hospital Militar de Zaragoza. Significativo el caso de Alona, una ucraniana que tras 16 años de permanencia en España decidió en su momento volver a su país para combatir. Poco imaginaba que regresaría a Toledo para «veranear» de otra manera en su Academia de Infantería.
No es fácil sintetizar todo lo que esta sencilla crónica conlleva. Porque en el fondo subyace el drama de una guerra que tiende a prolongarse como la de Corea de los 50. Y en pleno siglo XXI nos sentimos incapaces, siquiera de amortiguarla con una tregua, cuando nunca hemos tenido tantas organizaciones internacionales, nunca tantos institutos de estudio.
Mientras, unos jóvenes soldados buscan entre nosotros la forma de acabarla con los mismos modos con que empezó: el «si vis pacen, para bellum» de los romanos. (3).
Luis Alejandre Sinteses general (r).
(1) Revista Española de Defensa. (2) Impresionante el testimonio del Capitán González Gabaldá: «quizás nos enfrentamos a una de las misiones más importantes de nuestras vidas». (3) Si quieres la paz, prepara la guerra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar