
Mar en calma
«Pantallizados»
Nada hay más potente que educar con el ejemplo, una conversación clave, una mirada, escucha activa, tiempo compartido... algo que ninguna aplicación puede ofrecer
Los alumnos empiezan las clases con ilusión, ganas de reencuentros, de rutinas y los padres vemos la ansiada conciliación como un sueño un poco más factible. Sin embargo, ha nacido una nueva preocupación: las pantallas. Resulta difícil poner límites cuando los niños descubren ese universo fascinante que les ofrece la tecnología. Ojalá encontrasen en la lectura la misma pasión y asiduidad.
A veces pensamos que es una batalla perdida, que es lo que les ha tocado vivir, pero tenemos un gran as en la manga: el deporte, la naturaleza o el juego compartido siempre ganarán por goleada a esa dependencia digital que tanto nos preocupa.
No se trata de demonizar la tecnología: nos ha facilitado los trabajos y las comunicaciones de una manera impensable hace sólo unas décadas. El reto está en educar para usarla con criterio y no vernos atrapados por ella.
Se recomienda prohibir los móviles en Infantil, Primaria y ESO. Comunidades como Cataluña o Cantabria ya han dado pasos firmes al restringir los móviles en centros escolares. La atención plena nos conecta con el presente, nos invita a vivir aquí y ahora, despiertos y con los cinco sentidos.
Nada hay más potente que educar con el ejemplo, una conversación clave, una mirada, escucha activa, tiempo compartido... algo que ninguna aplicación puede ofrecer. Sin embargo, en el reto de educar se interponen los dispositivos. En Córdoba, algunas familias han llegado a pactar no regalar móviles antes de los 16 años, les preocupa el impacto en el desarrollo infantil que supone estar gran parte del día «pantallizados».
Hay que acabar con riesgos como problemas de sueño, adicción a las pantallas y fomentar hábitos mucho más saludables. Si estáis a tiempo ¡hacedlo! Si ya es tarde para eso, pongamos límites. Nos lo agradecerán. Los niños y adolescentes merecen juegos de verdad, contacto, risas sin una luz azul reflejada en sus rostros. Merecen aprender, crecer y reír sin depender de un dispositivo.
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