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La bajeza es signo de los tiempos, resulta difícil aceptar la degradación de la vida pública sin antes gritar de espanto en la consulta del psiquiatra

En realidad, se conocía todo, y con detalle: los viajes con la tal Jessica, a 1.500 machacantes diarios, los venían contando sobresalientes jóvenes periodistas en varios periódicos de esos descalificados como digitales «tabloides» (o sea: ¿periódicos pequeñitos con fotograbados…, según la clásica definición?). Se ha ido publicando el escándalo por capítulos –de historias para no dormir– sin que casi nadie le diera importancia: vivimos en un río de inmundicia cotidiana, y el ambiente excrementicio y séptico es tal que pocos distinguen ya el fango con hielo del agua mineral. La bajeza es signo de los tiempos, resulta difícil aceptar la degradación de la vida pública sin antes gritar de espanto en la consulta del psiquiatra. Sería para nausear si no fuera porque tenemos el estómago más barrido que aquel del Lazarillo de Tormes, dado que después de pagar gravámenes, cánones, gabelas, tributaciones e imposiciones, y demás derramas estatales, no nos queda ni para comprar unos Chococrispis rancios. Contubernios pandilleros políticos, légamos mugrientos, andanzas erótico viajeras de mandamases con voz profunda que escribían a «la Delsy» (vicepresidenta venezolana, «guapísima e inteligentísima», en definición del acreditado ZP), que planeaban ilusionados ir a Venezuela «una vez “embestido” –¡muuú!– el presidente Sánchez». Un gobernante capaz de cometer 27 faltas de ortografía en una carta de la extensión de un viejo telegrama, de perpetrar más faltas de ortografía que palabras, es algo que hay que tomarse en serio… Se sabía todo, pero ahora que la UCO lo ha confirmado, los pocos que quedan con capacidad de asombro en «estepaís» se han removido incómodos en sus millonarias poltronas de culocarpetas: ¡mira que si estuviésemos ante un gigantesco –y patético, hortera, «burdelesco»– caso de corrupción! ¡Pero…, quía! ¡Mañana ya todo se habrá olvidado! Hay demasiado fango con que distraernos, tinta de calamar, y después de todo los autónomos pagamos impuestos para que con el fruto de nuestra sangre, sudor y lágrimas, se costeen hospitales, escuelas, carreteras, drogas, oro y lumis exóticas. Además, ya estamos acostumbrados a vivir en una película de mafia rusa protagonizada por Pajares y Esteso 5.0.