El canto del cuco
El plan del «trío de La Mareta»
Sánchez necesita, para asegurar su supervivencia política, el control total del partido; en realidad, lo que queda de él
Vamos conociendo lo que urdió Pedro Sánchez este verano en la residencia real de La Mareta, en Lanzarote, para asegurar y fortalecer su poder. Compartió su plan con Zapatero e Illa, con los que conforma ya, para algunos espíritus críticos, el «trío de La Mareta». Ha quedado al descubierto lo que preocupa al presidente del Gobierno, más que los Presupuestos, la inmigración, la educación, la vivienda o los transportes. Lo que verdaderamente le inquieta y le desazona es la suerte judicial de su mujer, aireada por la prensa crítica, y los brotes crecientes de descontento en el partido, que empiezan a manifestarse abiertamente con motivo del trato de favor a Cataluña. Esas son las urgencias. Seguir en La Moncloa importa más que gobernar.
El pleito de Begoña Gómez, su mujer, le saca de quicio. Lo que más. De ahí que la primera medida tras las vacaciones haya sido ordenar a la Abogacía del Estado que amplíe la querella contra el juez Peinado. Pretende, a todas luces, quitarlo del medio como sea. El acoso al instructor desde la Presidencia del Gobierno contrasta vivamente con los hábitos democráticos europeos. Confirma que el control de la Justicia es uno de los propósitos firmes del presidente Sánchez. Sometidos ya el Tribunal Constitucional y la Fiscalía del Estado, se libra ahora la batalla más descarada para controlar el Consejo del Poder Judicial y el Tribunal Supremo. El otro gran objetivo del «Plan de La Mareta», que afecta también al núcleo esencial del sistema democrático, es el sometimiento de la prensa crítica, de lo que pronto tendremos noticia.
Pero no basta con eso. Sánchez necesita, para asegurar su supervivencia política, el control total del partido; en realidad, lo que queda de él. Asesorado por Zapatero e Illa o con la complacencia de ambos, acordaron en la sosegada placidez de La Mareta que lo mejor era adelantar a noviembre el Congreso Federal del PSOE, en el que se imponga una fervorosa y compacta adhesión incondicional y se elimine la voz, cada vez más discordante, de los actuales dirigentes regionales. Se trata de ofrecer a los votantes, en el alegre marco de Sevilla y olé, la imagen fortalecida del líder entre el entusiasmo general. O sea, cortar la disidencia interna antes de que vaya a más y dejar al «puto amo» las manos libres para hacer y deshacer. De esta forma Sánchez cumplirá sin demasiados obstáculos el ignominioso trato firmado con ERC, a cambio de la investidura de Illa: entregar a Cataluña la soberanía fiscal y la soberanía lingüística.
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