Cuaderno de notas
El PNV está «txotxolo»
El sanchismo –si se puede decir aún– ha sido la peor elección para un partido actualmente en fuera de juego ante la pujanza de los alegres chicos de Bildu –qué pelazos se gastan y qué guapos son–, los sepulcros blanqueados de los herederos de ETA
No sé cómo pasó que andábamos sentados sobre la tabla en el pico de la ola de la Zurriola bajo el cielo gris Oteiza de San Sebastián y de pronto estamos sentados ante un artículo de Íñigo Urkullu sobre el encaje constitucional de las naciones históricas dentro de la Constitución. No sé si mi Euskadi es más histórica que León o que Andalucía (yo creo que no), pero ese es otro tema, y la cosa es que septiembre ha llegado en forma de carta de un lehendakari, que es como la letra de una sevillana, pero al revés. Andoni Ortúzar ha puesto como condición para la investidura de Sánchez el reconocimiento de la nación vasca, que es una reivindicación más antigua casi que la propia Euskadi. Así que llega el PNV con unas formas tranquilas y sosegadas y con aroma de entendimiento, de antiguo, casi de naftalina que reconforta casi tanto como ponerse el abrigo el primer día de frío del otoño, que decía mi padre que era uno de los placeres del año y el otro, ay, probarse la ropa blanca de San Fermín.
Urkullu habla de encontrar un foro en el que pensar entre todos en cómo darles su sitio a Euskadi, Galicia y Cataluña. Con que no se ponga unilateralista, nos vale. En el Estado, como se dice, ha sentado fatal el artículo, a la derecha porque no admite el nacionalismo y al sanchismo porque se le queda corto en su universo enloquecido en el que se pretende meter al talego al patán de Rubiales por el beso de Sidney y se amnistían Puigdemones.
Como agosto, el PNV se le ha quedado corto al PSOE en sus reivindicaciones, definitivamente poco radicales frente a la fanfarria unilateralista de los catalanes. El viejo y Good old nacionalismo que aquí emerge en fondo y forma de las reivindicaciones urkulianas viene a dejar al sanchismo en pelotas en la medida en la que, lo que piden, resulta poco.
Al PNV lo han hecho bueno Bildu y los independentistas catalanes. Yo añoro aquel tiempo del Euskadi Buru Batzar donde el PNV lo clavaba más que el vocalista de Taburete y encontraba su postura en cualquier circunstancia, y no este desconcierto y este hechizarse a cada día en el que se grava a los empresarios vascos con impuestos a la avaricia, la elección del género viene en la caja de los cereales, dos más dos son cinco o seis según lo sienta uno y la propiedad privada es poco menos que una ida de olla.
El sanchismo –si se puede decir aún– ha sido la peor elección para un partido actualmente en fuera de juego ante la pujanza de los alegres chicos de Bildu –qué pelazos se gastan y qué guapos son–, los sepulcros blanqueados de los herederos de ETA y los fuegos artificiales del derecho a decidir de las naciones dentro de España, que lo defiende hasta Yolanda Díaz, Mari Jaia de la izquierda de la izquierda.
Decía que el PNV acertaba hasta la quiniela de la política española, que bastaba con ver dónde estaba para saber si ahí iba a estar el éxito del otro y del suyo. Fue, de alguna manera, contenedor de una estabilidad en la que al partido le iba bien y a los demás, también. Ahora está txotxolo, esto es que está lelo en euskera, y no sabe por dónde le da el aire y si no espabila va a perder el poder a manos de un mundo que él mismo creó y una desgraciada validación de los extremos de la que solo él es responsable.
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