
Aunque moleste
Podemos al asalto
Llama la atención que sea ahora, y de esta manera, cuando la bomba estalla
Por mucho que insistan algunos en que la larga sombra de Pablo Iglesias se proyecta tras el cadáver de Errejón, cuesta creer que estemos ante una operación de ganancia de función montada en laboratorio, en la que los hechos se modelan de la manera que resulta más efectiva en tiempo y forma. Hombre, el estalinismo estaba especializado en operaciones de falsa bandera: se le pone una trampa al adversario para que caiga en ella, sin saber que luego va a ser utilizada para destruirlo. En el mundo del comunismo soviético todas las reglas se transgredían y cualquier cosa era válida para obtener el resultado deseado. Beria logró que la URSS obtuviera la bomba atómica, pero para llegar a lugarteniente de Stalin tuvo que destacar ante el Jefe Supremo como arquitecto de las purgas de disidentes, aplastando y destruyendo sin misericordia a cuantos se le ponían en el camino, siendo frecuente la «construcción de relatos» incriminatorios que los afectados tenían que asumir so pena de condena mayor. El problema es que la «condena mayor» siempre llegaba, pese a haber asumido el afectado la narración incriminatoria. Beria fue también al final víctima de su execrable metodología, cuando tras la muerte de Stalin, Kruschev ordenó su ejecución de un tiro en la frente, luego de haber sido acusado de relatos de la más baja intriga. Entre ellos, el de haberse entregado, como «pasatiempo», a una vida sexual draculiana, lo que el Politburó de la época interpretó como un «comportamiento antisoviético». Siempre se comportó Beria así, sólo que antes ese comportamiento le estaba permitido. Todo el mundo lo sabía.
Salvando las distancias, a Errejón le ha montado su propia izquierda esta campaña de descrédito en redes con juicio mediático y condena asegurada. La presunción de inocencia es un pilar básico del estado de Derecho, pues nadie es culpable hasta en tanto no se demuestra su culpabilidad judicial. Lo que da igual en este caso: el ex dirigente de Sumar ya está muerto políticamente y su vida arruinada, por mucho que dentro de equis años un Tribunal le pueda eximir de los delitos que se le imputan. Plácido Domingo, Woody Allen, Kevin Spacey y Johny Depp quedaron absueltos por los tribunales tras las denuncias del Me-Too, pero ya jamás van a levantar cabeza, como ellos mismos reconocen.
El agravante de Errejón está en su fariseísmo moral, auto-amparando su conducta en la cultura tóxica de un patriarcado neoliberal del que no ha podido desprenderse. Mera palabrería woke. Hacer lo contrario de lo que se predica no es presentable, y eso agrava los hechos. Sólo que siendo un modus operandi dilatado en el tiempo, como su cercanías reconocen, llama la atención que sea justamente ahora, y de esta manera, cuando la bomba estalla, en plena ofensiva de Podemos contra Sumar. Decía Séneca que «cui prodest scelus, is fecit» (a quien aprovecha el crimen, es el que lo ha cometido). Habría que ver a quién beneficia el hundimiento del barco sumatorio, por mucho que diga Sánchez que la coalición izquierdista aún goza de buena salud. No parece que Sumar, que venía naufragando, pueda levantar cabeza tras el escándalo de su co-líder. Sus votantes se los repartirán entre socialistas, Izquierda Unida y Podemos. A quién de ellos beneficia más, lo veremos.
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