La situación

Política para adolescentes

Imaginen al PP haciendo gala en sus campañas electorales de los casos de supuesta corrupción o tráfico de influencias en los que estuvieron involucrados algunos de sus cargos públicos…

A lo largo de su sorprendentemente exitosa campaña para las elecciones presidenciales de 2016, Donald Trump pudo comprobar el alto grado de fidelidad de sus seguidores. A tanto llegó que pasaron de ser seguidores a convertirse en hooligans. Y Trump, empachado de su nada justificada egolatría, llegó a decir en varias ocasiones que «tengo a la gente más leal; ¿alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a la gente y no perdería votantes». Tenía razón.

Se puede considerar que Donald Trump ha sido no el creador, pero sí el descubridor de las ventajas políticas que pueden extraerse de tratar a un sector de los votantes como adolescentes, sin que la edad tenga necesariamente que ver con ese fenómeno. Está estudiado que, en estos tiempos y en muchos casos, la adolescencia se ha alargado hasta bien entrada la madurez, debido al arraigo maligno que las redes sociales tienen en nuestra sociedad.

Sin embargo, no sería justo ignorar la aportación que a esta causa realizó el fundador de Podemos, incluso antes de que lo hiciera Trump. El famoso «pásalo» de las concentraciones frente a la sede del PP en la jornada de reflexión de las elecciones de 2004, después del 11M, fue un momento iniciático de la política adolescente. Y ahora, se organizan intensos debates, incluso los jurídicos, cuando alguien pide que le permitan continuar con esa lamentable costumbre de concentrarse frente a sedes de partidos. Y se discute, como si se tratara de algo de reciente creación e inventado por otros, en una nueva muestra de política adolescente.

Pero quien ha elevado esas artes a la excelencia es el eficiente e inescrupuloso equipo que trabaja al servicio del presidente en Moncloa: es puro virtuosismo utilizar las serias acusaciones que pesan sobre Begoña Gómez, pretendiendo que funcionen a favor de su marido para conseguir más votos. Imaginen al PP haciendo gala en sus campañas electorales de los casos de supuesta corrupción o tráfico de influencias en los que estuvieron involucrados algunos de sus cargos públicos…

Celebremos con alborozo y regocijo que nuestra política es un meme.