Y volvieron cantando

Política con armas químicas

La estrategia es tan clara y meridiana como conectar el ventilador de un detritus inconsistente sobre el adversario para confundirlo con las toneladas de detritus propio embarrando el juego político.

Probablemente sea Isabel Díaz Ayuso –por su condición de «prima donna» entre las piedras del zapato sanchista– la más consciente entre los dirigentes del PP de hasta donde puede llegar un político nada al uso como Sánchez a la hora de no hacer prisioneros. Alberto Núñez Feijóo –y el entorno de confianza con el que desembarcó en Madrid procedentes de las plácidas mayorías absolutas galaicas– llevan ya el suficiente tiempo al frente del Partido Popular como para haber comprobado, no tanto que desde la política nacional los puñales vuelan más rápidos, traicioneros y afilados, como que con Sánchez enfrente y sobre todo si se encuentra en serios problemas, la guerra total será con armas químicas hacia la erradicación sistemática de cualquier adversario con posibilidades reales de moverle la silla.

Parece que el actual PP ha reparado por fin en que quedan lejos aquellos modos de hacer política impregnados del espíritu dialogante y reconciliador de la transición en los que un Arzallus o un Pujol se entendían indistintamente con socialistas o populares con la única máxima de referenciar al ganador de las elecciones generales, como se ha reparado también en que algunas carantoñas y apretones de mano llenos de deportividad escenificados por el líder del PP frente al nacionalismo y la actual izquierda revanchista solo tienen como respuesta el cordón sanitario y el señalamiento como cavernario a un centro derecha que ha gobernado España en democracia durante veinte años, sumados los mandatos de Suárez, Aznar y Rajoy, esa es la realidad.

El gobierno con Sánchez a la cabeza se encuentra acorralado por la ausencia de presupuestos, por el permanente chantaje de un prófugo de la justicia y por una agenda judicial inédita en democracia, con un fiscal general o un ex número dos del PSOE y del gobierno imputados y en puertas de procesamiento, entre otros escándalos que no parecen atisbar una vía muerta. Frente a ello, la estrategia es tan clara y meridiana como conectar el ventilador de un detritus inconsistente sobre el adversario para confundirlo con las toneladas de detritus propio embarrando el juego político. Los ataques impropios rayando en el insulto arrabalero a una jefa de gobierno autonómico votada por la inmensa mayoría de ciudadanos, a lo que se suman indignas insinuaciones en «corrillos» con ruborizados periodistas sobre cuestiones personales son triste prueba de ello. La desesperación despierta al camorrista que algunos guardan dentro.