Y volvieron cantando

Presidente enrocado, país desgobernado

El presidente se ha enrocado en La Moncloa, manda mucho pero gobierna poco

Dicen los manuales del ajedrez a propósito de uno de sus más controvertidos movimientos, el del enroque, que tiene por finalidad el mantener lo más protegida posible a la pieza principal del rey, a costa de situar en franca posición de riesgo a alguna pieza relevante como la torre y dejando incluso a otras al albur de la artillería adversaria. Los gestos que nos está brindando el Gobierno de Pedro Sánchez, según se acumulan los tsunamis de escándalos y de deterioro institucional, tienen bastante que ver con ese movimiento. El presidente se ha enrocado en La Moncloa, manda mucho pero gobierna poco, contempla con absoluta parsimonia cómo se van calcinando sus torres, alfiles y caballos, pero no atisba intención alguna de poner punto final a una agonía que puede hacer saltar por los aires todo el tablero, teniendo en cuenta que los filamentos de resistencia en nuestro estado de derecho se encuentran en un punto de máxima tensión.

La reacción del mismísimo ministro de Justicia –siempre prodigado ante la opinión pública como vocero de la estrategia sanchista– defendiendo a capa y espada al fiscal general García Ortiz y el toque arrebato de Gobierno y PSOE en esa misma línea viene a demostrar que, ocurra lo que ocurra, se publique lo que se publique, por muy contrastada que esté su veracidad y avance cuanto pueda avanzar el cerco judicial contra el entorno de personas de la máxima confianza de Sánchez en su renqueante partido, la estrategia no se moverá un ápice de ese enroque encaminado a ganar tiempo (no olvidemos que el botón nuclear del adelanto electoral solo esta en manos del presidente) y soltar toneladas de tinta de calamar para que la confusión se haga dueña de la sufrida, decepcionada y confusa opinión pública ciudadana. Esa será la línea de actuación y no otra, por mucho que veamos cosas que harían vomitar a una cabra y a lo que se añade el convencimiento del jefe del Ejecutivo de que la actual situación solo puede revertirse demoscópicamente alargando la partida, «el tiempo y yo contra otros dos», que diría Felipe II.

La reciente reflexión de Aznar en forma de consejo a Núñez Feijóo –cabeza fría porque queda mucho– no es gratuita y evidencia por encima de todo el gran reto del PP para esta travesía de deterioro institucional: conectar con una calle sumergida en cloroformo.